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El rincón literario: Magda


Esta historia ocurrió hace muchos, muchos años. Hablaremos de una niña que se llamaba Lucía. Tenía 9 años y se sentía muy sola. Sus padres siempre estaban enzarzados en discusiones destructivas que lastimaban su corazón. Sufrían mucho con sus problemas y eran incapaces de salir de ahí, de ver más allá. La madre de Lucía se refugiaba en su hermana mayor Nerea, guapa, muy lista y siempre dispuesta a poner paz enmedio de esta guerra sin cuartel a caulquier precio. A ella le entregó totalmente su corazón. Lucía se sentía tremendamente infeliz. Pensaba que no le importaba a nadie. En muchas ocasiones deseó no haber nacido . Por mucho que lo intentase todo lo hacía mal. Si se entristecía era porque era ñoña, más blandengue que la mantequilla. Si había una discusión la culpa era de ella, aunque no hubiera dicho ni mu. Por mucho empeño que pusiese nunca acertaba y siempre metía la pata .Muchas veces se preguntaba porque los padres no miraban con los mismos ojos a todos sus hijos.¿ Qué culpa tengo yo? ¿Cómo es posible que me quieran tan poco? Todos estos pensamientos la convirtieron en una niña desvalida, taciturna, resentida y triste.

Sus tíos vivían cerca de casa. Trabajaban los dos y tenían una persona que se ocupaba de las tareas domésticas. Se llamaba Magda. Una mujer de unos 40 años cariñosa y que sabía escuchar. Lucía vió que por primera vez alguien se interesaba por ella. Le preguntaba cómo estaba, cómo le iban los estudios, porqué hacía mala cara, si le gustaba algún chico. Se convirtió en su amiga y su confidente a pesar de la diferencia de edad.

Durante un verano todos los días iba a verla de 10 horas a 11 horas, hasta que todo esto trascendió y un día le advirtió su hermana Nerea, que era más lista que el hambre “Cuidado con lo que cuentas a Magda, la intimidad de cada casa queda dentro de ella”.

Magda le confió también cosas de su vida, de su matrimonio: Dos conyugues como dos continentes separados por un océano inmenso. ¿Dónde quedó el amor ? – le preguntó Lucía, que era muy madura para su edad –“ búscalo, en el mismo sitio donde lo dejaste, seguro que retorna a tí. Una persona tan dulce como tú merece una suerte mejor”- le soltó-. Ni que decir tiene que Magda se quedó alucinada. Magda tenía dos hijos. La niña era la “super”: estudiosa, inteligente, detallista y tierna. De su hijo jamás hablaba. No se sentía tan orgullosa de él. No le miraba con de la misma forma. Lucía se dió cuenta de que los patrones se repiten. Todos tropezamos en la misma piedra. Se refugió en Magda durante un tiempo. No la olvidará nunca: su dulzura, su capacidad de escucha, sus palabras de ánimo y su fortaleza de espíritu.

Pasó un año. Creció, tuvo buenos amigos y aprendió a encajar su vida y tener paz. Pasar por alto las ofensas. Se rodeó de gente que la quería. Aprendió a amar a su familia en toda su humanidad, con sus patrones de conducta. Ellos eran fruto también de sus vivencias y de sus carencias. Poco a poco aprendió a que las ofensas le rebotaran como si fuese un frontón. Encontró a gente que le quería. Le dijeron que era alguien muy especial. Si no hubiese tenido el aprendizaje anterior, nunca hubiese llegado a crecer como persona.

Maria Luisa Agost Suárez (lagost_66@hotmail.com)
Enviado el 30 de octubre del 2006



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