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El rincón literario: Construí mi propia destrucción


No quiero dormir, temo que se me fuguen algunas de tus miradas o palabras que me trae la briza cálida de nuestros secretos.

Siempre en la soledad con voz acompañado .Alba tan esperada! Volver a la batalla diaria ya no tan solo, llévame de la mano, permanece a mi lado, no me acostumbro, extraño tu sombra pegada a mi pegada a mi costado.

En vano he buscado en otros brazos tu calor, tus caricias, en otros labios tus besos y en otro aliento tus te quiero susurrándome tiernamente.

Porque será que el humano se empeña una y otra vez en reemplazar lo irremplazable, en vez de conservar el tesoro de los buenos recuerdos.

A través de los cristales de mi ventana puedo observar la acción del gélido suspiro de este invierno que comenzó al menos en mi, de adentro hacia fuera. La soledad es así te hace temblar el corazón aunque la piel no lo sienta.

Solo estos cristales parecen detener mis pensamientos que van más allá de lo que alcanzan mis pupilas, trato de proyectar imágenes, rescatar momentos, de justificarme a mí mismo que estoy vivo, sé que no es la casualidad la que me sostiene. Permanezco de espaldas a la puerta, poseo las llaves apretadas en mis manos pero temo encontrar nada cuando cruce por ella.

¡Ahora sí! Quiero dormir el sueño que calma, que olvida, que ampara, donde las horas se transformaran en segundos y no pensar, ni esperar, ni soñar con los ojos abiertos.

El silencio aturde y mis labios apretados te llaman, contigo se fue el más grande amor, como continuar solo. Fuiste mi todo, hasta mi nombre he perdido, pobre ser enamorado.

El frio empaña por dentro el vidrio de mi ventana, la nieve abraza los tejados y el calor de mi hogar se apaga.

Como tantas otras noches ya vendrá el sol a rescatarme y en el trajín de la vida, solo por unas horas tendré el alivio de hacerme creer a mi mismo que no soy un hombre solo que transita por la vida con la incertidumbre de comenzar cada mañana.

Debía saldar una deuda “devolverme” la posibilidad de no morir sin hacer algo que valga la pena, de vivir nuevamente. Tu imagen me devolvió la mía como en un espejo.

“cuanto te extraño “y así espero el aurora pues con la luz también me llega la tibieza de tus labios jamás olvidados.

Que feliz entraste ese día con tu carita llena de alegría y exclamaste: “me dieron el trabajo, gané el concurso”. Pero te duró poco tu alegría, porque yo sentí la envidia mezquina porque habías llamado la atención de todos y repliqué con fuerza: “bueno, pero en realidad me lo dieron a mí, si yo te di la idea, si yo te sugerí el proyecto y yo te pulí el final”. “En definitiva, el mérito es mío”, una sonrisa poblada de ironía dibujo un surco en mi cara, íntimamente hasta yo me desconocía.

Porque hacia exactamente lo que aborrecía, estaba dañando a quien más amaba en este mundo y lo más lamentable es que nadie me amaba como tú lo hacías.

De la sorpresa pasaste a la tristeza sin etapas y cuando escuché tu vocecita como quebrada, con el gemido de quien ha sido traspasado por una espada, me di cuenta que te había herido y muy hondo. Pero ya estaba hecho y yo había recuperado mi calidad de líder del grupo, de jefe perfecto, inaccesible, “farsante”, en el fondo y muy camuflado, solo una persona insatisfecha.

Es que había llegado ser tan egoísta que te asfixiaba con mis preguntas, con mis exigencias de saber todo de ti, Adonde ibas, con quien estarías, qué harías. Todo, todo debía ser supervisado por mi egoísmo y mi pegoteado control, que me había llevado a manejarte como a una marioneta; una bella marioneta que yo gobernaba a mi antojo.

Lo afirmaba con mi aplomo y petulancia: “sin mí no podrías vivir”, “donde llegaste es gracias a mi”, “yo te puse en ese cargo, reconócelo nena”. Vanos egoísmos neuróticos que fueron minando la base de tu amor por mí, sin que yo me diera cuenta.

Anhelé tanto tenerte a mi lado, pretendí que fueras mía que cuando lo obtuve, sentí la insatisfacción de haber logrado algo que ahora no estaba seguro si lo quería o no. En realidad era lo que deseaba o era nada más que un capricho, bueno, ya estaba, ya te tenía bajo mi dominio .Pobre el hombre que no reconoce que por gracia es merecedor de ser escogido por la única mujer que lo podría amar como ninguna.

Luego comenzó otro camino, el del juego perverso y necio de asirte cada vez más: vilmente cargue sobre tus hombros mi propia inseguridad “siento que no me haces feliz”, “que es lo que te pasa?

Como una araña envolvente y cruel comencé a jugar con tu bondad y tu ingenuidad: “que te ocurre que no me entiendes?” “no me prestas atención”, “no ves lo que me pasa?”; “porque no concibes la posibilidad de agradar más” , te preguntaba en mi maldad, para lograr nada más que confusión y una incondicional rendición a mis caprichos.

“yo quiero cambiar, pero tú no me lo permites”, te enrostraba maldiciente, te colgaba una mochila que ni yo podía llevar para obtener una rendición y trasmitirte la culpa de mis propios conflictos.

Mis cambios de humor salvajes de exaltarte, te arrojaban por tierra, en un maligno juego de sube y baja, que te destrozaba, Cuando yo escuchaba tu voz cascada, sabía que había llegado a mi objetivo y te había herido donde más dolía, y era cruel mi felicidad de la infame victoria.

Porque no me estrelle contra mi propia naturaleza. Perdón amor de mi vida, al perjudicarte a ti me destruí a mí mismo.

Y duelen más tus heridas que las mías.

Lo peor, ahora lo reconozco con horror, que mi quejas y reproches te los decía solo en casa, cuando estábamos solos comenzaba mi oscuro juego de agobiarte y encerrarte a mi antojo. “Eres mala, no me quieres”, era mi frase favorita para arrancar con mi trabajo de socavar tu base de sentimientos. Cuando te hacia llorar, sentía que había logrado el objetivo y cierta satisfacción en mi malvado ego.

Como toda actividad maligna debe estar sostenida permanentemente para que no se pierda su efecto. ¿En qué momento fue que te dejé escabullir de mi mano apretujada?

Si lo sé perfectamente, fue cuando te escuché leer en voz alta y a ti te sonó como un clarín de guerra:

“…hay un tiempo para plantar y un tiempo para cosechar”, hay un tiempo para matar y un tiempo para sanar”, hay un tiempo para destruir y un tiempo para construir”. Hay un tiempo para llorar y hay un tiempo para reír; hay un tiempo para abrazarse y hay un tiempo para despedirse”; hay un tiempo…hay un tiempo…”

Mí tiempo llego a su fin el día que partiste, tu silueta se perdió entre la gente y esa voz que tantas veces te lacero en vez de cubrirte con suaves besos, no tuvo el valor de detenerte.

Así fue que derroche lo mejor que logre en la vida. Mientras preparabas resuelta el bolso con tus cosas no atiné a nada, solo a mirarte obnubilado por la sorpresa, cuanto menos ahora que ya habías partido. Me sentía como si hubiera recibido un golpe, aturdido y desconcertado.

Cuando se cerró la puerta detrás de ti, me senté en silencio, y me sorprendió la tarde, la luz se marcho con tu partida, allí permanecí en la oscuridad. Solo un hombre asustado eras más de lo que te había reconocido, no supe entender a tiempo que yo por ti vivía, que tu fuerza me nutría. ¡Necio! La avidez te enredo cuando los lazos más seguros en la vida son los compartidos .Lloraras cuando el invierno de los años te sorprendan sin unos brazos que te abriguen. Y al mirar esos estantes vacíos, de las perchas solas sin el color de las flores que te cubrían, desamparadas llorando tu partida, de la ausencia de tus fotografías, de tus adornos y regalos que tantas lágrimas te habían costado por mis despreciables estilos.

No sé cuantas horas he llorado, ni cuantos días estuve entre las sombras, escuchando el llamado incesante del teléfono y también el timbre de la casa.

Cuando entraron, rompiendo la puerta y forzando cerraduras, encontraron un aniquilado, tendido ya sin fuerzas, maloliente, sucio y con la mirada extraviada.

Cuanto tiempo fui un neurótico? ¿Durante que tiempo estuve manipulándote?, ¿cómo pude aprovecharme de tu bondad y tu cariño? Creyéndome hombre!

No sé quien soy sin ti, mi mujer amada, mi razón de ser, mi esperanza, estabas a mi lado y no supe apreciarlo, destruí tu amor por mí, el tiempo en que te perdí por mi neurosis.

El tiempo y la soledad han sanado mis heridas, aquellas que me provoque a mi mismo por no haberte pedido perdón a tiempo, tu perfume en mi no ha desaparecido, ahora siento y asiento lo que veo sinceramente en otros y comprendo a los demás porque primero me comprendí a mí mismo. Pero esa cura me costó tu amor; donde estarás, como, con quien. ¿Te amaran como aun amo tu recuerdo? Sé que si, merecías más de lo que no te di, la dicha que valías, los hijos que tiré al viento, los años canos que nos deparaba el tiempo.

Quizás el favorecido de tu amor sea digno de merecerlo, porque en verdad es un premio, lo deseo fervientemente, yo deseo que seas feliz, me consuela que alejándote de mí ya comiences una nueva vida si alguna vez nuestros caminos volvieran a cruzarse no quiero que me veas, me contento con mirarte desde lejos.

Norma del Savi (norma-savi@hotmail.com)
Córdoba, Argentina
Enviado el 25 de octubre del 2011



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