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El rincón literario: Rumores de corridas en medio de la noche


Todo comenzó cuando estaba en casa, haciendo no se que en la madrugada y en la quietud de la noche.

A veces con esa complicidad de la noche me dejaba abrazar por tu recuerdo y mecido entre tus brazos me acariciaba el eco de tu voz en el silencio.

Hoy solo en esos momentos que me acompañan, ¡Quiero estar despierto! Con mis sentidos expectantes en cada uno de los momentos vividos que sacuden mi alma…

Un rugido helado sacude las ramas de los árboles que sin el cálido abrigo de sus hojas tiemblan de frio.

Solo el silencio se escucha y algunos recuerdos recurrentes que se resisten a alejarse; la noche siempre me trae tu perfume…

Solo anhelante, caminando de un lado a otro, tratando con la mirada de despertar el interés en algo que no fuera esta soledad en la que siempre estas presente. No es que te quiera lejos es que no soporto tu ausencia contigo aqui mi lado.

¡Y de pronto!; Sentí que alguien pasaba corriendo por la calle, luche contra mis propios pensamientos

_ ¿Quien, habrá sido? Sentí dudas al respecto, lo mejor era que no saliera ¡NO! “categóricamente “.

Me volví sobre mis pasos, pegado a la pared intente mirar de nuevo, sí, así lo hice, no era una visión, allí estabas: la blancura de tu piel me recordó el frio de la madrugada. Y sin dudarlo abrí la puerta para salir a buscarte, presentí cuando esto sucedió que se abrió también la puerta de mi alma, sin darme cuenta volvía a ser la persona que siempre fui; atrevida, comprometida, con la vida, con mis pares, conmigo mismo.

_¿Por qué ? me pregunte si yo creía que era la única persona desolada en este mundo. Fue así que me miré en tus pupilas. Nada es casual…que hacía yo en la madrugada frente a una desconocida tratando de ¿ayudarla? .Aún no comprendo el impulso que me llevo a buscarte, a despojarme aunque sea por unos instantes de mis propias miserias. Pero tampoco volvería atrás ya estaba decidido, la razón me preguntaba que estaba sucediendo, yo mismo me desconocía.

Eras una extraña vagabunda en la noche cada vez más fría y yo un solitario ermitaño sin abrigo, sin sol, tal vez dos locos, cada uno con su historia.

Por un momento retrocedí, acaso estos años de soledad me estaban jugando una mala pasada o mi propia estupidez trataba de burlarse recordándome el paso de los años, el tiempo que es inclemente.

Mis ideas se fueron enfriando al compás de mi cuerpo y de una pregunta saltaba a la otra, tal vez: ¿serías una amante que corría al encuentro de su amado? ¿Una asesina que huía de su víctima? Alguien que tenía miedo; y miedo ¿de qué?, ¿Una madre con un hijo enfermo corriendo por ayuda?, ¿Una esposa con marido moribundo y ina en busca de auxilio?¿ Quien eras?

Esta pregunta me paralizó y me obligo a mirar fuera de mi; ya no era yo el protagonista, me quite la indiferencia como inútiles guiñapos y solo posé mi mirada en ella, allí estaba paradita en medio de la vereda, como una sombra, como una estatua pálida y bella, con sus bracitos caídos desvaída y sola como alguien que viene de la guerra.

Atine a preguntarle ¿Que paso? y observe su mirada perdida, creo que perpetué ese momento para siempre, sus ojos claros como estrellitas, y con voz quebrada como leña seca me dijo él se fue, él se fue… y volvió su carita hacia la esquina oscura, sus ojos comenzaron a llenarse de lagrimas , apenas pude verlas porque ya no me miro mas, algo buscaba sin decir palabras, levanto sus manitos como tratando de tomar algo etéreo, algo en el aire que me hizo pensar en un pañuelo de seda cayendo, ondulándose con el viento tratando vanamente de retenerlo.

Volví a hablarle, pero solo me respondió con su silencio, solo mi voz se escuchaba, solo mi mirada desesperada buscaba la suya, quedo inmóvil, el frio me calaba hasta los huesos, comencé a temblar no sé si de frio o porque me invadía un extraño temor o espanto.

Le tome de la mano y la lleve a la casa suavemente, al calor de la cocina, la luz tímida ilumino su rostro y distinguí por primera vez la tremenda belleza de su carita joven, jamás había visto tanta plenitud y tanta sencillez, las lagrimas aumentaban el candor de sus mejillas.

Se sentó lentamente como deslizándose en silencio y con su mirada perdida, ante la humeante taza de té, comencé a interrogarla.

¿Quién eres?

¿Quién es él?

¿Donde se fue?

Para obtener solo un suspiro por respuesta. Traté de tranquilizarme, de ubicarme en el momento: la fría madrugada, con una jovencita desconocida en la tenue calidez de mi morada. Sin saber quién era ni donde vivía ni que haría.

Reaccione e intempestivamente llame a María, mi amiga fiel, mi compañera.

“Hola perdón por la hora, te necesito urgente, podes venir a casa, pedile a tu marido que te traiga, aquí les explico.

¿Sabes qué hora es? Me contesta una voz adormilada.

Si, por favor vení urgente, tengo un problema!, inquirí ansioso.

Sin duda los convencí porque pronto llegaron arropados y con cara de susto.

¿Quién es? Me preguntaron al unísono.

“Es el problema” conteste, no sé quién es!

El varón de decisiones rápidas y precisas decretó, salgamos a la calle, a buscar, alguien la debe estar buscando, familiares, amigos o alguien. Así empezamos a recorrer el barrio, el viento helado nos rechazaba y ofrecía resistencia y nadie, nadie se veía, hasta que por fin divisamos una puerta abierta y una luz encendida.

“Acá deben saber algo” ¿preguntamos? Llamamos sin obtener respuesta , María traspasó la puerta, para encontrarse con un ambiente poco iluminado, frío y cruel como el invierno. Todo estaba bien ordenado, lo que se veía nos decía que era una persona muy pulcra y delicada: Había una cartera con bastante dinero, mi instinto descarto que sea un robo, sus efectos personales no eran de una mujer sencilla, todo lo contrario, hablaba de una buena posición. No encontramos documentación alguna, ni una sola pista de su nombre, de sus afectos….¿existiría una familia?. Recorrimos los ambientes sin encontrar nada, quien mas investigaba regresó con un retrato es de aquí, exclamó victorioso, aquí hay mas fotos de ella, pero nada que nos ayudara dentro de la casa. Ella en tanto, cual sonámbula se había quedado paradita a la mitad del pasillo mirando el dormitorio por fin habló y con voz de un suspiro, balbuceo un nombre que no pudimos entenderlo.

Fue todo lo que dijo, no hablo más .Solo sus lágrimas silenciosas caían por su hermoso rostro.

Ahora sí me demoré contemplándola en detalle; sus ojos de muchachita triste, en mi vida había visto una mujercita tan singular belleza, sus lagrimas aumentaban su dulzura, su cabello recogido, sus manos y su porte la mostraban elegante, coqueta y bien cuidada.

Su mutismo y su atisbo nos desconcertaban, pero para ella no estábamos allí, no éramos tres personas rodeándola, tratando de consolarla, de darle ánimo. Solo era ella y su dolor, una herida abierta que sangraba. Y yo impotente sintiendo cosas que no comprendía.

Al fin el más ágil y despierto encontró otra fotografía, deducimos eran sus hijitas al dorso grabada una leyenda: “TE AMAMOS “

Era muy poquito pero mucho a la vez, porque ahora sabíamos con certeza que había un EL que teníamos que encontrar a ese “el” y a dos niñas que se sumaban a nuestra búsqueda. Además la fotografía nos marcaba un lugar conocido, el monumento de la plaza y un desconocido.

Un detalle: la foto no era reciente, debía datar de años atrás , lo descubrió por supuesto por el estado y calidad del material y su sagacidad para ver lo que nosotros no vimos.

Pero no había rastros de pertenencias de ese “tal” ni de “las niñas” en toda la casa.

A nuestras preguntas breves e inquisitorias la muchacha nos respondía con una mirada breve y perdida para volver a quedar absorta y ausente.

María, mi compañera se acerco a ella y comenzó a preguntarle ¿cuál? es tú nombre, estamos aquí para ayudarte, ¿Dónde están las nenas? , la respuesta fue apenas un suspiro, otra de sus miradas pero esta vez dura y lacerante como un rayo. “ya no tengo nada, no me quedó nada” y volvió a llorar.

Estábamos tratando de ayudarla, de traerle consuelo.

“Afuera ustedes dos“ ordeno María con imperioso gesto.

Desde el pequeño patio observamos por el vidrio del ventanal sin poder escuchar nada, solo veíamos el movimiento de sus labios. Maria debió insistir mucho porque de pronto la joven comenzó a hablar y agitando sus manitos y llorando sin cesar hablaba como tratando de convencerla y con sus gestos nos parecían una súplica. Solo vimos que de pronto las dos estallaron en un solo llanto, incontenible que sacudía ambos cuerpos.

Las mujeres se fundieron en un abrazo interminable, no sé cuanto duró, fue o pareció eterno.

A una señal volvimos a ingresar y ya la muchacha había vuelto a su actitud de embeleso y quietud con la mirada perdida, sin una palabra permanecía inmóvil. Al salir a nuestro encuentro preguntamos a Maria: ¿qué fue lo que te dijo?, cuáles fueron sus palabras?

Prepara algo caliente, ordenó sin soltar sus manitos mientras la llevaba hacia la cama. Ya acostada y arropada bebió una sopa, ella también parecía una niña.

Mujercita frágil, tan triste, tan niña que despertaba en mí un sentimiento de querer estrecharla en un abrazo y protegerla del mundo entero.

También sentí rabia, ¿Dónde está? “ESE “que había provocado todo esto?. Como pueden tan impunemente desaparecer dos niñas. SILENCIO

vayan ustedes yo me quedo con ella, replicó Maria, la acompañaré nos dijo.

Parado en sala y sin poder contener mi aflicción, inquieto pregunté furioso: ¿Qué te dijo, que es lo que pasa? ; Ella me echó un vistazo en silencio mientras movía la cabeza negativamente, TE ODIO, le dije en mi dolor, me estas destrozando!, quiero saber!, necesito saber!, iré a buscar ese maldito!, grité.

Muy temprano regresé a la casa, todo lo que debía hacerse se había hecho. La ví levantadita, con carita de desvelo, de angustia y mucha, mucha tristeza.

Me hizo asombrar la belleza de esa mujercita, esta vez llevaba su cabello suelto, su hermosa fisonomía me dejó mudo, he hizo renacer en mi ese extraño y recurrente sentimiento.

“No comprendo que pasa en este mundo, no se pueden destruir las vidas sin sentir el más mínimo remordimiento”

Ha pasado ya un tiempo, desde aquel momento permanecí a su lado; hablándole, otras en silencio. Las niñas aún no aparecieron, el dolor, la desesperación han sido nuestras compañeras.

Sé que jamás podré de manera alguna mitigar su pena, ni pretender que mengue tanta tristeza. Le arrebataron parte de su vida, le arrancaron las entrañas, le acortaron sus días.

Una madre desesperada que confía aún en el divino auxilio.

A veces la sorprendo con sus retratos observándolos en silencio, esos rostros pequeños que parecen decir TE QUIERO, los aprieta contra su pecho y un caudal de lágrimas brotan sin consuelo.

Ladrón de sonrisas, punguista de suspiros, cobarde que te amparas en las tinieblas de la noche para robarle a una madre la razón de su vida. Donde podré encontrarte para hacerte pagar por lo que has hecho!

Cielo y tierra he movido y continuaré la lucha.

Desesperadamente deseo te devuelvan la alegría, es tu vida que padece, no te robes sus historias maldito ladrón de sueños, ni escondas tus raíces, no se llevaron sus cosas, desde algún lugar la sangre grita.

Quien afirma que el corazón no duele cuando la zozobra lo oprime, él no sabe lo que es perder, solo se lo imagina.

Quien ha perdido un hijo, daría su propia vida, para volver a mirar los ojos que un día parió con dicha.

Muchas noches han pasado como aquella que estando en casa, haciendo no se qué en la madrugada, conocí a la bellísima muchachita con ojitos como estrellas.

Nuestras soledades nos unieron, mi amor y su sufrimiento, puedo esperarte toda la vida, con verte tan solo me contento.

Estamos predestinados, dos soledades, un encuentro, tu ternura, mis momentos, tus manos entre las mías, ya no importa el tiempo. Dos soledades unidas hacen un solo pecho.

Hoy es mío tu dolor y tuyos mis vanos intentos de provocar en tu rostro la sonrisa y la confianza.

Aun no digo tu nombre lo guardo como el crepúsculo ansia soltar su rocío.

Norma del Savi (norma-savi@hotmail.com)
Córdoba, Argentina
Enviado el 25 de octubre del 2011



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