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La mañana, me recibe con una suave brisa.
De dulce felicidad, sacándome embelezado,
De la negra oscuridad al céfiro de la luz,
Que me habia reconducido, de las tinieblas.
De la desesperación, a la magia de la felicidad,
En los sueños sagrados, y con resignación,
Rezando una profunda una y triste oración,
Invadido de cierto, dolor y arrentimiento.
Una felicidad verdaderamente envidiable,
Entrelazada con sastifaccion y orgullo,
Con las mejillas rosadas, los ojos relucientes,
Con la luz de la alegría, y fantasía celestial.
En realidad no habia olvidado mi amor,
Que estaba escondido en los pliegues de mi Alma,
En un pasadizo oculto, en el templo del corazón,
Cuyas llamaradas subieron hasta alcanzar mi Alma.
Una nube de tristeza, acampo sobre mi corazón,
Marchito de tristeza, y secado por el viento,
Me contentaba con vivir, de su dulce belleza celestial,
Como viven las plantas de la tierra soberana,
Con el Sol que flota en el inmenso Cielo azul
La Victoria 25 junio 2012
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Poemas de Jose Joaquin Muñoz Castro:
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