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El rincón literario: De esas oportunidades en la vida una

Pasó despacio y yo no le quité la mirada de encima, la verdad, no tenía cara de malo pero en estos días hay que desconfiar hasta de la sombra. Hice un balance aproximado de lo que llevaba en la cartera, ¡pierdes tu tiempo ladrón! El día aún no se despertaba por completo y sólo los pajaritos madrugadores ponían sonidos al frío de las 5:30 de la mañana. ¿Por qué será que el jefe nos pone a trabajar desde las siete para nada si los clientes sólo llegan hasta las ocho?, busca que le peguen a uno la atracada bien berraca –pensé- La última vez que me robaron tuve algo de culpa, no era precavida y al que da papaya... Recuerdo que salía del consultorio y un par de niños se me acercaron, me pidieron para el bus y yo de ingenua saqué el monedero para darles la limosna y en milésimas de segundos el par de malparidos corrieron cuadra arriba; ese robo me pusó a caminar hasta la casa y a pedir un adelanto en la empresa para terminar de pasar el mes, $56.000 pesos del alma, eso fue lo que me bajaron, los tenía en el monedero porque meses atrás me habían robado la billetera en un bus, se llevaron pastillas anticonceptivas y todo.

¡Hay Dios mío! Dije cuando se acercó otra vez el tipo, se estaba haciendo el loco para caerme, estaba esperando a que yo estuviera íngrima en la penumbra de la esquina. No estaba dispuesta a que me pegaran un navajazo, sin que se diera cuenta saqué los papeles del bolso y los puse dentro de mi blusa, me paré detrás del poste para que no me viera tan fácil.

Un carro café se estacionó en la cuadra siguiente, se bajaron dos señoras, se pararon junto al teléfono público, yo las miré como pidiendo ayuda, si el maleante se me acercaba tendría que gritar y correr hacia algún lado. Lo que pasó después lo recuerdo en cámara lenta, las señoras bajaron una bolsa del carro y una se agachó junto a la joyería del frente dejando el paquete y corriendo hacia un antejardín, el señor sospechoso se metió bajo la pared de la casa del fondo, hubo una explosión como las del 31 de diciembre y las puertas de la joyería quedaron medio puestas, lo demás fue humo y aturdimiento, yo miré mi cuerpo, sentía que en cualquier momento me empezaría a salir sangre, el remezón no fue tan largo como muestran en las películas, la verdad, hasta me sentía alegre de haber estado allí para ver eso, di un par de pasos atrás, ¿yo no sé? Por momentos me da hasta pena contar esto, pero en honor de la verdad, yo no comí de ninguna, tiré lo que tenía en el bolso en una ladito de la la calle y corrí hasta la joyería, había mucho polvo; las señoras y el señor, en medio del desorden, llenaban unas bolsas con cosas, ellos me miraron y yo les sonreí pero estaban tan ocupados y había tantas cosas para guardarse que no se detuvieron a hacerme nada y mientras tanto yo, con las dos manos y el tacón, rompía los vidrios de las vitrinas y guardaba cadenas, dijes, relojes, lapiceros y cuanta cosa me cabía en las manos, entre más echaba, más me sentía alegre, tenía las manos cortadas por las esquirlas y había empezado a sangrar pero no importaba, tenía que agarrar todo lo que pudiera, un ruido estridente estalló desde el techo, ¡la alarma!, ¡vámonos que se disparó la alarma!, Gritaban desde adentro, yo como si nada seguía en mi tarea de llenar mi cartera de tesoros y me lamentaba por no llevar ese día la cartera café que era más grande, en ese momento me acordé de los bolsillos de los pantalones y también metí allí lo que pude, la señora y el tipo salieron como alma que lleva el diablo y yo al verlos también me apresuré a correr hacia la calle, en mi retirada miré a mi alrededor y no vi a nadie aunque el sol ya alumbraba todo.

Entré a mi casa que estaba justo en la otra esquina y me pose a contar mi adquisición mientras la sangre de mis manos manchaba la sábana, ya se oían sirenas en la calle y el bullicio de la gente que en corrillo se aglomeraba en la puerta de la joyería, yo no sabía cuánto podía valer lo que tenía, pero sí sabía que con eso podía dejar de trabajar y salir de la ciudad, alejarme del ex-novio que me perseguía, de la señora que me llamaba diez veces al día para que le pagara la deudita de la ropa, de mi jefe que desde que había llegado la nueva recepcionista no me daba nada.

Empaqué todo lo que valía la pena, armé la maleta de viaje y me puse ropa deportiva, debía dos meses de arriendo en la pieza, pero como no me llevaba ni la cama ni el nochero, pensé que la vieja se podría cobrar con eso. Mi destino sería Medellín, allí hay trabajo y metro, con el botín me compraría un apartamentico y unas buenas pintas, sólo tendría que rebuscarme lo de la comida, y con mi secretariado bilingüe con énfasis en sistemas y contabilidad del Instituto Superación Divina, conseguiría trabajo. Hoy los periódicos reseñan el robo y se lo ha responsabilizan a la banda joyeras Las Chicas Famosas, por usar desde hace un par de años el mismo modo de operación, con agrado no veo nada que me implique y como que las cámaras de dicha joyería se dañaron por la explosión, lo mejor será que no me ponga las joyas y ni las trate de vender aún, porque si hago murga, los vecinos de pronto sospechan.

Aquí en Medellín la gente es muy amable, he alquilado una casa cerca de la mejor joyería de esta ciudad y junto a la puerta tengo una maleta vacía por sí las moscas.

Omar Felipe Becerra Ocampo, 2002 (omarfelipebecerra@gmail.com)

Colombia

Escritos breves de Omar Felipe Becerra Ocampo:





 
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