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El rincón literario: La ilusión


Nos hemos preguntado alguna vez, ¿qué es la ilusión?

¡La ilusión¡, que bonita palabra, como nos llena de gozo, como apasiona nuestro interior, que fuerza nos da en la vida, que seriamos sin ella, ¡quizás, solo dolor¡

Cuando nacemos, que ilusión nos hace ver a mama por primera vez, y a papa también, como no, aunque la cara del doctor y el azote que nos da para que lloremos, no lo es tanto, habrá otra forma de hacernos reaccionar ¡digo yo¡, pero como abrimos los ojos nada más nacer, nos quedamos con su cara ¡ojito doctor¡

Y la recíproca, o sea, la de los papas; esas si son bonitas, esas caritas de mimitos, tan raras, tan difíciles, deben terminar desencajados, ¡por Dios¡, porque por momentos son más complicadas, pero claro, es que no saben que hacer para demostrarnos su ilusión.

De los abuelos ya ni os cuento, ya no es solo porque son sus nietos, es que además, tienen un mono de bebe que por San Nicanor, cuanto sobe, cuanto déjamelo un poco que tu lo has tenido bastante, y nuestra mama pensando: a que me lo tiran al suelo, entre los dos, mientras se contiene para no dar un grito de ¡dádmelo ya, que le toca el pecho, por favor¡, y lo dice con toda la delicadeza posible para no ofenderlos, ¡pero es que es verdad, somos muy chiquitines, y si nos caemos es un dolor¡

Con la ilusión crecemos, apenas sin percatarnos, porque la llevamos adosada como un caparazón, al igual que tortugas contra el depredador.

Nos ilusiona balbucear, gatear, dar pasitos, incluso ver a mama diciéndonos muy cautelosamente: ¿me das eso cariño, por favor?, cuando llevamos en las manos algo valioso que estamos a punto de estrellar contra el suelo, y encima le mandamos una risita irónica, mientras ella aprieta los dientes con pavor.

Lo de la guardería ya nos gusta menos, pero solo al principio, porque después le cogemos el truquillo y ¡vive Dios¡, pobre del contrincante que se atreva con nosotros, porque la verdad sea dicha, nos hace mucha ilusión cuando empujamos, arañamos o mordemos, siempre que algún osado “pañal mojado” se atreve a incordiarnos y con rencor, quiere arrebatarnos el juguete que en esos momentos tenemos en las manos, la plastilina que nos estamos metiendo por la nariz, o el pincel con el que estamos intentando saltarnos la posición y continuar nuestra obra de arte en la pared inmácula, de aquella habitación. ¡Y encima hasta lloran cuando te defiendes¡, pero si creo que hasta les gusta, porque si no, no repetirían tanto, ¡digo yo¡

Llega la época escolar, ¡que lindos vamos con nuestro uniforme nuevo¡, ¿a que estamos guapísimos?, dice mama. Nosotros pasamos del tema, lo que nos joroba es, todos los días el madrugón y el tener que chuparnos los mocos porque no está la señorita que nos limpiaba con la toallita. Ahora toca una profesora, que no es tan encantadora, pero claro tiene la obligación de enseñarnos cosas mas serías, como: comportarnos correctamente, para no avergonzar a los papas cuando hay gente, y las visitas digan ¡que niño tan bueno, que quieto y callado está¡, aunque no dirá lo mismo cuando caiga al abismo al darse cuenta que en un descuido le hemos cortado una manga de su abrigo, con aquellas tijeras que mama se dejó descuidadamente encima de una vitrina que hay en la cocina.

¡Y encima se enfadan¡ ¿acaso no saben que nuestra agudeza visual, a esa edad, es la de un ojo avizor y nos gusta experimentar?, ¡ellos si que no aprenden¡ solo saben castigar.

Bueno, eso no es nada, para ilusiones, cuando llegamos al instituto,!hu, hu, hu¡. No solo nos enseñan como se destripa una rana ¡pobre ranita¡, como disfrutamos con este tema, viendo donde tiene el cerebro, el corazón, y las ancas que dicen están tan buenas; y todo eso también lo vemos cambiar en nosotros mismos cada vez que nos miramos al espejo; me refiero a la pelusilla que crece por nuestro cuerpo, sobre todo el de las piernas, ese que las chicas odiamos tanto y nos apresuramos a extirpar, aunque nos estemos quemando, y los chicos tratamos de ocultar bajo unas bermudas bien largas en verano ¡la moda¡, decimos mientras nos bañamos. Aunque algunas cosas no crecen en consonancia con los deseos, nada de eso, por muchos vaqueros ajustados que te pongas y por muy ajustada que lleves la camiseta,¿ si no tienes paquete, ni tetas? ¡bueno, algunos sí, vamos a ser justos¡, pero casi nunca suelen conocerse ¡cosas de la suerte¡. ¡Eso sí¡ hace muchiiiiiisima ilusión cuando te dicen ¡juegas de pelotari, guapo¡ o ¡como sigas así explotas, guapota¡, cuando en realidad al llegar a casa, vas al cuarto de baño corriendo a quitarte los calcetines que te sirvieron de remiendo que le cogiste a tu padre o hermana, y vuelves a ponerlos en el cajón antes de que se enteren de la acción, lo malo es cuando oyes decir ¡unos calcetines los has guardado sin lavar, ten más cuidado mama¡ y te escondes en tu habitación, con la excusa de tener que estudiar y así huir del peligro ¡y la vergüenza¡ sin explicaciones que dar. ¡Uff, en alguna que otra ocasión que dura es la ilusión¡

Pero, que me decís cuando nos enamoramos, ¡para esa ilusión, de verdad, no hay comparación¡. Es algo inigualable; cuando ves pasar a esa persona con la que se cruza tu realidad, y parece que flotas como si estuvieras en un tanque sin gravedad, te quedas sordo y no oyes lo que te dice tu amiga/o en ese momento ¡me estás escuchando¡, te reprocha, ¡si, si, claro¡ ¿lo siento, lo siento?. Pero tu mente sigue dando vueltas continuamente a la hermosa situación, que jamás habrías pensado te deparara la ocasión, esa con la que soñarás por las noches, comentaras en cada momento, como si no existiese otra cosa, ni ningún otro sentimiento, y tratarás por todos los medios de volver a vivir la situación, porque es imposible que sin ella pueda latir tu corazón.

¡Ojo¡, hay otro pero, cuando ves al personaje en compañía de un tercero y dices apretando el riñón: ¿quién será la/el personaje que acompaña a mi gran pasión?, y mientras se acercan y crece tu rabia, sigues murmurando entre dientes: ¿cómo tienen la osadía estando yo presente?, y por mas inri, hasta ti llegan dicendo: ¡hola¡ a mi novia/o te presento y contestas ¡mucho gusto¡ pero está claro que mientes, y piensas sin compasión ¡será cabrona/cabrón¡

Estas cosas pasan a veces, te aferras a algo que después lamentas con creces, pero lo más importante es remontar la cuestión, porque seguro que muy pronto se presentara otra bonita ocasión, claro que hasta entonces ¡Hala, a la mierda ilusión¡

Lo mejor de estas experiencias son las “tablas” que vas adquiriendo, las que sin darte cuenta notas como pulen aquel caparazón, que poco a poco se va formando como aureola que protegerá tu interior. Poco a poco te irás sintiendo más firme y segura/o, hasta completar la metamorfosis y ser una persona madura. Quiera Dios que en el intento no pierdas el timón, no dejes zozobrar nunca tu barco por muy fuerte que llegue a ser un ciclón, lucha fuerte contra las olas, contra las mareas, contra el viento, hasta llegar donde tú quieras, hasta atracar en buen puerto, !no a cualquier puerto, no¡, que los hay buenos y malos y en todos no está la ilusión, esa que unas veces te alumbra y otras te rompe el corazón.


Mª Ángeles Nicolás Guardiola (mariaangeles@arkade.es)
Enviado el 6 de mayo del 2010



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