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El rincón literario: Engaños de un camarero

Un momento de una noche cualquiera fuimos a cenar a un bar. Un bar lleno de gente insaciable delante de un trozo de pan y unas cuantas cervezas. Había una pareja comentando lo bien que fue el fin de semana pasado, unos cuantos compis gritando y diciéndose lo bien que funciona el último coche que se compró Pablo y en la barra el camarero.

Mientras que mis amigos se sentaban y charlaban en una mesa, yo me dediqué a mostrarle mi sonrisa a dicho personaje de barra. Discutíamos que el prefería perder dinero a cambio de no perder una clientela fija, quería hacerme entender que el servía los mejores pinchitos del pueblo.

No me engañes Antonio, tu deseo es servirnos como otro cualquiera y llenar tu caja con nuestros billetes. No me engañes.

Si quisieras servir calidad tus hermosos precios se dispararían y a mí me daría por cambiar de tuburio. La única calidad que tiene tu galante bar son las tres hermosas chicas que nos encontramos todos los viernes. Son un premio al esfuerzo hecho durante la semana, ellas son lo que no hay. Quizás las hechices para que hagan caja en tu tuburio a costa de su presencia.

No me engañes Antonio. No es bueno mentir. Ya me entiendes. Me parece que esos bocadillos llenos de salsa y tomate chorreando entre mis dedos no son calidad. Luego mi cuerpo esta harto de sudar y sufrir en ese antro. Calidad es el aire acondicionado que tendrías que instalar urgentemente.

Al lado de nuestra mesa, sale un mugriento e insoportable olor. Procedencia: el lavabo. Joder, Antonio. Tu calidad es extremadamente alta. Como nos cuidas. De verdad, mas que calidad, me revolucionas el cuerpo.

Dicho esto, pago y nos vamos en busca de algo mejor. Para que vamos a engañarnos, en busca de calidad.

Javier Gil (javiergil15@wanadoo.es)



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