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El rincón literario: Cigarrillos usados en pensiones líquidas

Habíamos discutido un par de horas, ella dejo de hablarme y yo me di vuelta y me dormí.

Estaba soñando con pensiones y cigarrillos que nunca se fumaban hasta que sentí sus pasos.

Había decidió marcharse y se llevaba mi suerte en su piel.

Intente detenerla, pero en eso no soy bueno.

Las palabras llegaron tarde y mis manos fueron indelicadas.

Bajo las escaleras, cerro la puerta, (me sentí estúpido hablándole a el reloj)

Y prendí la tele, vacié mi mente, fume todos los cigarrillos.

Busque la guitarra para componer algo que no era mío.

Escribí basuras intelectualoides con triple significado,

escribí sobre caballos que tocaban Voodoo chile,

escribí mientras me sangraban los oídos

escribí hasta que sonó el telefono.



Era sólo otra boleta vencida,

voces frías al otro lado del mundo.

Interferencias y ruido blanco.

Teléfonos desconectados en lineas muertas.

Maquinas de fax obsoletas preparando el café.

Cámaras en el culo de Masera analizando su cerebro.

Y culpas en pantallas de cristal liquido,

Y soledad en salas de chat.

Y múltiplos de diez para teorías del buen amar

Y psicólogos trepando las bocas de tormenta,

intentando explicarle al huracán de la humanidad

que todo fue un mal sueño del niño que murió

cuando aceptamos aquel empleo

y nos resignamos a ser una sombra de nuestros sueños.



Y vi algo en la punta de la lapicera,

Perros con sombreros de frutas apretando el botón

Y el almacenero deseando la muerte de todas las viejas

que revuelven la mercadería.

Y sida en envases descartables.

Y almas del Ku Klux Klan. volviéndose negras.

Y chinos maquillados besando a Syd Barrett.

Y dos tortugas vía on-line ofreciendo sexo oral y tetas prehistóricas.



Patee el telefono, quebré la lapicera.

Mordí la guitarra, desfumé todos los cigarrillos, llene mi mente de palabras secretas y códigos de acceso a ella,

apagué la tele y deje de hablar con relojes (que nada saben del tiempo)

Se abrió la puerta, subió las escaleras y me abrazo (mis manos fueron educadas)

No era necesario ninguna palabra (ni siquiera estas)

Descanse en su piel y devolvió mi suerte.

Decidió quedarse (solo otra oportunidad para negar mi estupidez, (ambos mi amor))



Me deje llevar por el sueño.

Vislumbre cigarrillos usados

Y vi todas mis pensiones

Arrasadas,

volviéndose parte de algún mar del sur de Rusia

Liquido sobre liquido entre bosques y deshielos humedeciendo el Gulag de Stalin.

(la represa de la cordura estalla, pensé)

Y yo observaba el ultimo día de la humanidad

En la cumbre de una montaña (recuerdo de las fotos de mi madre)

Y tres minutos después no tuve nada mas que decir.

Arnaldo Sejas (Ellarvarecords@hotmail.com)



Sobre el autor:
Arnaldo Sejas es de Necochea (Argentina) y ha publicado dos libros, ambos por medio de editoriales independientes y fanzines. El primero, titulado Nuevos milagros del 2000 para pendejos embotellados (1999) y el segundo, titulado Poesías para el después (2002).

Otros relatos y poemas mandados por Arnaldo Sejas:







 
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