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El rincón literario: El sueño de una hermosa noche

Alta, esbelta como una gacela, cabellos rubios y cuerpo de mármol rosáceo como esculpido por el inmortal Fídeas.

Sus ojos, cual verdes lagos, reflejaban en sus orillas juncos capilares peinados por la apacible brisa.

Labios de rosa carmesí eran el preludio de días bañados por el sol y noches locas.

Senos ebúrneos de inefable geometría modelados por arcángeles; colinas perfectas que desafíaban la gravedad.

Muslo bello apenas velado por la seda de su tul.

Una negra amapola de terciopelo se había posado sobre el Monte de Venus.

La grácil espalda se deslizaba lenta hasta alcanzar la mórbida manzana del vergel de su cuerpo. Esa rotunda manzana que Eva ofreció al hombre simboliza, no la represión y el destierro como han predicado siempre los malévolos, sino el placer y la libertad.

Cuerpos abrazados, fundidos en el amor.

Promesas eternas e instantes sublimes.

Sueños paradisíacos para jamás despertar. Pero la flor se marchita con el ocaso de la primavera. Hay que apresurarse. Bebamos el néctar de la copa hasta la última gota.


Debieron pasar muchos años...

Era primavera. Los campos lucían sus mejores galas. El trino de la alondra acariciaba el aire cristalino de la mañana.

Una mujer pisando levemente el tapiz de los prados y las florecillas silvestres venía hacia mí. Al acercarse la reconocí. ¡Era ella! No había duda. La hermosa mujer de tiempos pasados estaba ante mí... Y con su cálida voz que arrobaba los sentidos, pronunció la siguientes palabras: “No eres tú a quien yo busco”. Bajo su mirada fascinante, un escalofrío inundó mi ya ajado cuerpo.

Volvió sobre sus pasos y desapareció entre los arbustos del sotobosque.

Dejó en el aire el perfume que evocaba los momentos más felices jamás vividos.

En este fugaz encuentro había algo enigmático...

¡Si, era su mirada! Pero esa mirada cautivadora no emanaba de aquellos ojos verdes como esmeraldas: Estos ojos eran azules.

El enigma se había desvelado. La misteriosa dama era hija de aquella otra que tanto amé.



José Luis Calleja Rubio (calleja_rubio@hotmail.com)
19 de abril del 2008




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