Welcome/Bienvenido/Benvingut
Welcome/Bienvenido/Benvingut

El rincón literario: El Cosmos

El sol de poniente iba sumergiéndose bajo el horizonte, mientras encendía un bellísimo arrebol. Echado sobre el dorso y en lo alto de una roca contemplaba absorto el Firmamento. Fascinado por su hermosura, decidí pasar allí la noche. Las condiciones ambientales para observar las estrellas eran óptimas. Estaba en plena Naturaleza, lejos de cualquier población, ninguna luz indiscreta mancillaba la nitidez de la noche. El verano se aliviaba de los ardores diurnos con una suave temperatura, y las estrellas resplandecían como diamantes encastrados en la bóveda celeste. “Soy habitante de un pequeño planeta que flota y se desplaza en el espacio sujeto a unas leyes universales”, discurría en voz alta. Verbalizar mis pensamientos me ayudaba a comprender con más lucidez.

El Universo infinito estaba ante mis ojos. Aunque mi retina solo registrase un infinitésimo de ese Total inconmensurable. ¡Qué maravilla! Pero ese Cosmos que contemplaba no era el actual; no era “on line”, como se diría en lenguaje informático. Existe un retraso temporal de las imágines que capta nuestra retina, debido a las distancias a que se encuentran las estrellas de nuestra Tierra.

Por otra parte, los astrónomos afirman que las galaxias se alejan unas de otras a un tercio de la velocidad de la luz (1/3 c): es, por tanto, un Universo en “expansión”.

Fértiles galaxias albergan en su seno a una multitud de planetas, correspondientes a distintos sistemas solares, que se trasladan en el espacio orbitando alrededor de su estrella.

En nuestro sistema solar, el planeta Tierra posee vida vegetativa y, lo que es más fascinante, existe vida inteligente. Es muy probable que este fenómeno se repita en el Universo infinidad de veces o, dicho de otro modo, es muy improbable que sea nuestro planeta una excepción en la inmensidad del Cosmos. Si se confirmara esta hipótesis, en un futuro indeterminado sería el acontecimiento más importante de la historia de la humanidad. Indagar sobre estos arcanos, con auxilio de la imaginación, me produce una especie de vértigo cósmico.

Permanecí largo tiempo -varias horas probablemente- sumido en mis cavilaciones. Me sentía integrado en la vastedad del espacio sideral. No supe discernir con claridad la vigilia del sueño; quizá se tratase de dos niveles cognitivos complementarios. Astros pertenecientes a las más brillantes constelaciones, se desplazaron velozmente en el espacio ubicándose de tal forma que podían leerse las geniales ecuaciones de Einstein, deducidas de su Teoría de la Relatividad.

Sin darme tiempo a moderar mi taquicardia, oí a lo lejos una sinfonía. De súbito, la intensidad luminosa de las estrellas y el volumen sonoro de la orquesta se incrementaron hasta alcanzar niveles hiperbólicos. ¡Era el Lago de los Cisnes! El valet compuesto de estrellas y luceros evolucionó ingrávido en el espacio. Al llegar la apoteosis, una salva de aplausos tronaron en todo el hemisferio.

Cuando hubo terminado la representación comenzó a oscurecer. Pasados unos instantes, la oscuridad y el silencio eran totales. Esta situación tan angustiosa se prolongó no sabría decir cuanto tiempo. (El tiempo psicológico no se corresponde con el tiempo real. Cabría preguntarse ¿cual de ellos es más real para el sujeto que lo experimenta? Por otra parte, el tiempo no es real, es relativo… Esto nos llevaría muy lejos. Y yo no he venido a la roca para teorizar o filosofar sobre el tiempo).

¡Pensé en los agujeros negros! ¿Será esto el absoluto final?

Después de cierto lapso, del fondo tenebroso surgió un estruendo, seguido del resplandor de mil soles. ¡Era el triunfo de la luz sobre las tinieblas! La luz, hontanar de vida, amor y felicidad es el tesoro más preciado para el hombre.

Sin solución de continuidad aparecen sobre mi cabeza un nutrido grupo de estrellas interpretando el “Coro de los yunques” (Verdi). El vigor sonoro de las voces corales y la música sinfónica reverberaban en la bóveda celeste, amplificando el torrente musical en abundantes decibelios. Los dioses del Olimpo organizaron fastos en honor de los mortales que yo representaba. Encarnaron los mitos más bellos de la Grecia clásica o de la Roma eterna. Esos temas que los grandes genios de la pintura han inmortalizado en sus lienzos a lo largo de la Historia. O aquellos escultores que, tocados de la gracia divina, han dado vida a un bloque de mármol creando hermosos monumentos. Esto fue el culmen de mi experiencia.

Me desperté de súbito algo confuso pero exultante por lo que había vivido. Tomé conciencia de que había sido un sueño y quise reconstruirlo: Las sabias ecuaciones de Einstein marcaban el inicio del ensueño, siendo su final la mitología helénica.

El Sol iba emergiendo sobre el horizonte. Formas y colores regresaron al paisaje. Ya era de día.

La observación astronómica había concluido. Me sentía eufórico y feliz. Volveré a repetir la experiencia.

Mi pueblo se divisaba a lo lejos, parecía de juguete…

Nuestro Sol estaba ya sobre la Tierra para fecundarla y, así, volver a crear el milagro de la vida.



José Luis Calleja Rubio (calleja_rubio@hotmail.com)
26 de enero del 2009




Relatos y poemas de José Luis Calleja Rubio:





 
www.polseguera.com - © Polseguera. Todos los derechos reservados

info@polseguera.com