El sol resplandece en tu azul profundo cielo
al crecer el alba donde las sombras mueren
acariciando el alma al “Centinela de hielo”
que sufre la ingratitud y el olvido que hieren.

Te veo dibujado en los lienzos del recuerdo
donde el Huayhuash luce blanca hermosura,
que hasta el reloj parece caminar muy lerdo
para regalarnos un tic tac más de dulzura.

Siempre te sueño sonriente pueblo querido,
esperando el retorno de tus hijos en agosto,
con tu cielo azul donde no se oye un quejido
por más que en tus calles todo sea angosto.

Quiero visitarte con las lluvias de diciembre,
también ir buscando calor patriótico en julio,
apapachar a mis amigos en agosto fiestero
y ver tus cascadas en noches de plenilunio.

Cuando pienso en ti, todo es muy hermoso:
Tus mujeres, tus tardes de toros y tu paisaje
hasta el romántico Bandolero es candoroso,
amén de tu música y danzas de lindo ropaje.

Me veo riendo con las piruetas del huínchus
gorreando camiones de Umpay a shincush
escuchando con Shapra el arpa de Anacleto
y saboreando llacón con el estómago repleto.

También veo a mis viejitos y sonrío contento
junto a los trigales de oro que carda el viento
desde las faldas de Cochapata hasta Aynín
bajo la cruz del Capillapunta que no tiene fin.

Tus caminos de herradura van serpenteando
besando faldellines y las trenzas ondeando
al compás del poncho del gañán y los arados
con chinguirito en mano caminando morados.

“Espejito del Cielo” de Hualín y su triángulo,
hoy brilla tu progreso con Acucho tu pendón
y ya no serás más un rinconcito noctámbulo
sino veta de ciencia, tecnología e innovación.

Sé que volveré a ti mientras no vista mortaja,
pues desde la tumba fría los ojos ya no miran
no porque haya entre retina y pupila una paja
sino porque las órbitas secas ya no admiran.

(Lima – 2003)

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