El sol se desnuda en su baño transparente,
seduciendo a las nubes undívagas del cielo.
Lustra su piel acharolada,
mientras espera excitado refrescarse con la luna.
Multitud de ángeles masajean su espalda,
coronando con arpegios la ansiada velada.
La noche,
huérfana de resplandores, en silencio gime,
mientras teje con misterios los secretos grises de la galaxia.
Noche extensa.
Caricia lúgubre sin cielo, inmortaliza el momento.
La mano de Dios tiembla
sobre el corazón del mundo,
que palpitante vibra
en las extremidades oscuras del temeroso espacio.
La noche puja dolorida
ante el triángulo cósmico, abierta en surcos,
expulsando desde sus concavidades
la mirada de una estrella.