Welcome/Bienvenido/Benvingut
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El rincón literario: Buenos Aires año 1988

Una de la madrugada, seguía sin poder dormir, angustiada daba vueltas en la cama, sin encender la luz me senté contra el respaldo, trataba de llorar, me era necesario, precisaba convertir en llanto ese dolor que me absorbía.

Sin cesar pensaba en esta vida…, en que el afecto es algo que no existe, que el amor son sólo momentos; se me ocurrió rezar pero en el mismo instante desistí, porque también deje de creer en Dios, no es posible que exista; me convencí de no esperar nada de Él, porque nada va a darme.

Sabía que no podía seguir así, sintiéndome sola, tan sola; creyendo que nadie sería capaz de detenerse en lo suyo unos segundos simplemente para escucharme, aunque por momentos era capaz de comprender que esto no era así, que no estaba sola, que no es que el afecto no exista sino que el problema es esperar más de la persona equivocada, y por sobre todas las cosas supe que nadie iba a quererme tanto como yo era capaz de querer y ni siquiera yo se si puedo querer con tanta lealtad como necesito que me quieran. Definitivamente sigo dudando de que el amor no sean sólo momentos, así como la felicidad que sólo son instantes, días; la felicidad tampoco es un sentimiento permanente.

Se me cruzó por la mente que quizás lo importante fuese lo económico, que si estuviera bien económicamente…, no simplemente sería un detalle; sin embargo podría hacer muchas cosas que me gustarían hacer y que no hago por la falta de dinero, pero no cambiaría el mundo, las personas seguirían siendo de la misma manera, también yo.

Finalmente entendí que no tengo nada, que no soy nadie y realmente me siento cansada; de la hipocresía, del mundo, de todo me cansé; así fue como retumbó en mi cabeza una idea que venía masticando ya hace mucho tiempo, y escribí esta carta la cuál deje sobre el respaldo de la cama.


Buenos Aires todos los días del año 1982


Realmente me siento sola. Me voy, no se preocupen por mí, no me busquen.

Por lo poco que se interesan por mi deben haber pasado diez días hasta que les llamó la atención no verme o habrán entrado al cuarto a buscar algo y se encontraron con esta carta. Pero ya ven para nada los molesté, igual a cuando vivía.

No sientan culpa, ya no espero nada de ustedes.


1:55 de la madrugada. Agarré unos billetes y sin más me fui a conocer el otro mundo; iba hacia las vías del tren pero no me convencía la idea, pensaba, con lo desdichada que soy lo más probable es que quede viva pero inútil. Pensé un poco más y decidí ir al mar nadar hasta no resistir más; así es que fui allí y comencé a caminar mar adentro, el agua estaba helada pero ya había tomado la decisión y comencé a nadar, quería dejar de pensar, pero inconscientemente sabía que no debía hacerlo, que tenía que volver a la orilla, no era mi hora, acá había algo más para mi, no podía irme así. Seguí nadando pero ahora hacia la orilla, cada brazada me costaba más ya estaba cansada y las olas cada vez más violentas y pesadas; pero comenzó a amanecer en el océano. Yo en el medio de esa abundante masa de agua completamente sola me sentí feliz, y el paisaje, ese lugar que me pedía a gritos que no me deje llevar, que me quede para disfrutarlo; fue desesperante, seguí nadando con todas mis fuerzas con las últimas que me quedaban, trague bastante agua creí que me ahogaba pero alcancé la orilla; exhausta quede tirada en la arena, miraba el cielo, no sé cuanto tiempo, no pensaba en nada. Estaba feliz entendí que tenía muchas cosas por vivir, por saber, que no sólo no conocía todos los lugares sino que mucho menos a todas las personas, me quedaba mucho por hacer. Y por primera vez comprendí como iba a ser mi vida.

Volví a mi casa a dedo, en el viaje comencé a preocuparme porque nadie halla encontrado la carta y porque halla alguien para abrirme la puerta y en el mismo momento decidí que en esta nueva vida se acabarían las preocupaciones, que sólo sirven los hechos, y también decidí irme de mi casa empezar de cero, alquilar una pieza o cualquier cosa, tenía perfectamente en claro que no podía seguir en esa casa, que allí no disfrutaba, no vivía. Necesitaba despegar, crecer.

Hoy después de haber pasado por varios trabajos y unas cuantas pensiones; sigo viviendo en una habitación alquilada y siendo una simple empleada.

Hoy a seis años de mi nueva vida; tengo muchos amigos, historias vividas, amores, viajes realizados y paisajes que llenan mi corazón. Sin embargo sigo dudando de Dios y del amor sincero y para toda la vida, pero aprendí a vivir con eso…, a disfrutar.

Hoy escribo esta carta porque me siento feliz y eso no me pasa todos los días.

11/2004


Silvana Toscano (silvanagastronomica@hotmail.com)
Viernes, 22 de septiembre del 2006



Poemas y relatos de Silvana Toscano:





 
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