Welcome/Bienvenido/Benvingut
Welcome/Bienvenido/Benvingut

Artículos o escritos interesantes: Vamos al sur, por favor

Después de tomar un avión de 11 horas pensé que en verdad estaba llegando a Europa, que había cruzado el Atlántico e inclusive dos o tres países, sin embargo me topé con que el mar nunca dejó de estar acompañado por una franja de tierra y a lo lejos una cordillera. Era difícil creer que estaba volando en otra dirección, esta vez hacia el sur, hasta abajo, donde los coches no pueden andar más. Y ese fue el trayecto para mi destino final o digamos, el principio de mi viaje.

Mi desconocimiento casi total de los países sureños no hacía más que sorprenderme cada vez más, a tal grado que decidí quedarme 9 meses en aquel país, Chile.

Santiago es una ciudad contemporánea y llena de rincones. Se ubica en la región metropolitana, zona central del país, entre la quinta y la sexta región de este pedacito largo de tierra acompañado de una cordillera y mar (como dirían los chilenos). Es una capital cosmopolita, muy dinámica y tiene muchos lugares para ver y vivir, restaurantes, diversiones, plazas y calles para caminar y descubrir.

La magia de Chile está en su gente y en su diversidad geográfica. Un país que comienza en uno de los desiertos más áridos del mundo y que termina en los hielos, en los glaciares donde los pingüinos juegan y donde Magallanes dio la vuelta en un barco, sin duda tiene que ser interesante y lo es.

Empecemos por Santiago, donde a menos de dos horas de camino se puede ir a la playa a asolearse, a las montañas a esquiar o algún viñedo a saborear un rico asado acompañado de un buen vino, fresco, recién hecho.

Así es que decidí encaminarme al sur para descubrir como cambia paso a paso la flora y la fauna, de ser árido para comenzar a vestirse de árboles y lagos, para finalmente detenerme un momento y pensar: ¿Cómo es posible tanta riqueza natural?

Dicen que basta con dar un paso fuera de lo cotidiano para comenzar un viaje y fue lo hice, caminar sin un itinerario pero con un destino final el cual ya les platicaré.

El viaje se concentró en dos grandes etapas, el centro y sur de Chile incluyendo la Patagonia y por supuesto, Buenos Aires y Bariloche. Decidí comenzar a viajar por Argentina para dedicar el resto al sur del continente sin presiones de tiempo, así es que tomé un vuelo de Santiago a la capital del Tango.

Buenos Aires es todo lo que puedes pedir de un destino urbano, tiene una de las vidas nocturnas más activas y diversas así como lugares sumamente ricos en tradición y bellos a la pupila.

Considero que hay dos cosas muy importantes para poder realmente disfrutar un lugar, la primera es caminar lo más que se pueda, sentir sus calles en los pies y en los cinco sentidos. Y la segunda es convivir con la gente local que es tan importante como tomarte la foto en la Casa Rosa, en el Obelisco o comer un rico bife de chorizo.

La capital argentina te ofrece calles donde podrás encontrar parejas bailando tango al son de Gardel, parques llenos de artesanos y lugares para comer desde lo más económico. Si analizáramos lo que te ofrece la carne, las empanadas y el vino contra lo que tienes que desembolsar, sin lugar a dudas quedarás muy satisfecho para después irte a explorar y saborear un rico café o mate enfrente de una tienda donde venden duendes de la buena suerte o si se es un poco más sofisticado, podrás encontrar las más finas pieles en forma de chamarras para vestir.

Así es que bien comidos y divertidos me fui a Bariloche que justamente se encuentra en la frontera con Chile en su parte central, cerca de los lagos y donde el olor a pino te envuelve y te abraza con su cordillera nevada, justo el lugar perfecto para disfrutar de una sobredosis de los chocolates más ricos al estilo suizo, pero con el sabor de los andes y de paisajes tan relajantes y majestuosos que sin duda cambiarías una vida de lujo por vivir en una cabaña.

Y bueno, para no hacerles el cuento largo, seguí caminando, viajando, sintiendo como el clima se tornaba más y más frío y menos lluvioso. Ahora me encontraba en un barco con dirección al sur sin escalas. Era impresionante el cambio del paisaje, llovía y salía el sol como si se tratara de una broma, a veces era difícil entender como podía haber más de tres arco iris al mismo tiempo, mientras por el lado izquierdo las montañas se vestían de nieve y de ventisqueros y ni una sola gota de civilización.

La Patagonia chilena es impresionante, llegué a esa conclusión cuando ya habiendo tocado tierra me encontraba caminando en las montañas en el parque nacional conocido como Las Torres del Paine. Jamás había sentido algo similar, el aire era fresco debido a que se filtraba a través de los glaciares que aún se veían lejos, pero que sin duda ese era el destino final.

Entonces abriéndome camino, paso a paso entre ramas y veredas, tomando agua de los manantiales y fotos sin medida a toda esta bola de imágenes que brotaban como una ofrenda, un banquete la delicia de las montañas y los lagos. Yo no podía esperar así es que caminé y caminé subidas y bajadas, hasta que por fin lo vi, me encontré con la vereda final y ahí estaba el glaciar del Lago Grey, imponente, bestial y se me antojaba más que una paleta de hielo a pesar del frío.

Y siguiendo con la tradición del viajero me fui paso a paso hasta que era una realidad, el clímax del viaje, donde después de eso no hay nada. En efecto lo logré, llegué y hasta lo toqué… y para premiarme, para darme un lujo todavía mayor que ver los tonos de azul tan profundo que tiene un hielo gigante, decidí probarlo, comerlo y sentirlo con la vista, con el gusto y desde adentro. Señores y señoras yo no sé si alguno de ustedes ha vivido esto, pero seguramente alguno de ustedes coincide en que no hay cosa más sublime en este planeta que tomar una copa de whiskey en las rocas, precisamente con un pedazo de hielo milenario, del glaciar, estos pequeños icebergs que flotaban en mi vaso no hacían más que darle un toque de elegancia a la bebida misma, que sin duda el hielo era más viejo y más añejo que ningún whiskey. Y estando frente a aquella masa de hielo más grande que una cordillera, con vida propia, al final de este continente americano, no queda más que decir ¡salud! y gracias.

 Rodrigo Guerra Elorriaga (rod78@hotmail.com)
Escrito el 18 de julio del 2005
Enviado a Polseguera.com el 2 de diciembre del 2005




Artículos de Rodrigo Guerra Elorriaga






 
www.polseguera.com - © Polseguera. Todos los derechos reservados

info@polseguera.com