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Artículos o escritos interesantes: Lo Eterno de un Click

Algunos nos preguntamos cómo es que el universo conspira a favor o en contra nuestra. Ciertamente no podemos confirmar que esto sea cierto, es válido creer que las cosas coinciden y rebotan para seguir su rumbo, cualquiera que sea, al compás del tiempo.

Andrés y Raquel son dos amigos que les gusta juntarse para tomar café, hablar de arte, jugar con él y experimentarlo en sus más primitivas nociones, tal y como lo hacen los niños cuando juegan a la comidita. Ellos se pusieron el disfraz y salieron a la calle en busca de fotografías casuales: captaron la vida tal cual es, sin un estudio, sin exposímetros ni artistas pagados, por muy baratos que fuesen. Buscaron cual cazadores furtivos, armados con rollo, cámara y lentes la imagen perfecta.

Raquel retrataba los diseños de las baldosas cuando una imagen captó la atención de Andrés que estaba observando el entorno entre un globero y el carrito de las paletas. Inmediatamente se enamoró de la escena y enfocó la cámara, ajustó velocidad, luz y se quedó inmóvil esperando que se repitiera una vez más esa imagen tan perfecta, la foto inconclusa.

Angélica es una niña que le gusta soñar. No es una peque cualquiera, todavía tiene eso que los niños han perdido, ese sabor a provincia, le gusta jugar en la calle. Ella imagina y siente y por eso no le gusta la televisión ni la diversión remota.

Ese domingo por la mañana le pidió a sus papás que la llevaran al centro a jugar. Le dijo a su hermanita que le iba a enseñar un lugar secreto donde todo es de colores y que si cerraba sus ojos y lo deseaba fuertemente podía volar.

Aceptando la idea fueron al centro y Angélica tomó la mano de su hermana y caminaron. Pasaron junto al señor de los globos y sus ojos se llenaron de colores y su sonrisa de helio, dejaron para después el carrito de las paletas que tenía una campanita y casi se tropiezan con Raquel que estaba agachada enfocando su cámara sobre las líneas del piso de cantera.

En eso, Angélica le dijo quedito al oído a su hermanita: “aquí es el lugar, te voy a enseñar cómo se hace”.

Traía un vestido blanco que brillaba con el sol de medio día y resaltaba con su piel morena. El movimiento con el aire lo hacía parecer como las alas de un ángel mientras tomaba vuelito para saltar al final de una rampa de cemento y ladrillo.

Al llegar al filo de la estructura, abrió sus brazos y saltó como un ángel. Ella no estaba ahí, estaba soñando que volaba y quisiera durar más tiempo en el aire. Su hermana feliz le pidió que lo hiciera una vez más para después intentarlo ella, “yo también quiero volar” le dijo.

Una vez más retrocedió para tomar vuelo, como una gaviota lista para volar sobre el mar. Lo que Angélica no sabía es que en esta ocasión se cumpliría su fantasía, los astros conspirarían a su favor. Cada paso que daba engranaba perfecto, todo era color, sabor y sueños.

El enfoque estaba hecho, el tiempo calculado y al dejar el piso para lo que parecía un salto más, el blanco de sus alas, la posición de sus brazos, la sonrisa transparente y la música de todos los involucrados, capturó ese vuelo para siempre bajo el sonido de un click.

Lo Eterno de un Click


Rodrigo Guerra Elorriaga (rod78@hotmail.com)
Escrito el 5 de septiembre del 2005
Enviado a Polseguera.com el 11 de enero del 2006


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