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El rincón literario: Sara de Churín

Volteó la cabeza, allí estaba ella, mirándolo. Llevaba un topcito azul pegado a su cuerpecito delicioso, abajo su jean ceñido. A su costado otra chica, de cabello ensortijado, sería su amiga, su hermana. Al otro costado un hombre ya mayor, sería su padre. Caminaban en dirección a la Plaza Principal del Pueblo de Churín.

Carlos la observó por cierto rato hasta que...

Ya pues, vamos rápido, que nos esperan las milagrosas - le dijo su amigo Luis.
Está bien - respondió Carlos, y diciendo esto siguió su camino Churín es un pueblo que se caracteriza por tener aguas medicinales, que son realmente milagrosas, te curan de todo. Ese pueblo es mágico - habían sido las palabras de Goñi, el jefe de Carlos, antes de que este partiera de Lima.

El sol y el cielo azul hacían una química perfecta para sentirse bien, más aun en estas agua calientitas.

Comenzamos con las aguas de la juventud, luego continuamos con las de fierro, después ya veremos con cual seguimos. ¿Te parece bien? - dijo Luis alegremente, le gustaba el lugar, se prestaba para descansar, pasarla bien, tomar un par de fotos y quién sabe, algo más.
Todo okey - le dijo Carlos, que no olvidaba a la trigueñita de cabello lacio y topcito azul.
El día se paso volando, conocieron dos chicas en los baños para el cutis, se llamaban Julie y Cristie, venían de Puerto Rico en plan de turismo. Estaban cenando en un restaurante, cuando Julie que se había insinuado toda la tarde a Luis, les sugirió pasar la noche en la casita hotel donde estaban ellas hospedadas, a una cuadra de la Plaza Principal. Era una buena idea, considerando que ellos habían llegado de mañanita, y con sus mochilas, sin mucho equipaje se la habían pasado el día, de aquí para allá, sin hospedarse en algún hotel.

Vamos chicos, aquí cobran baratísimo, si van a un hotel 3 estrellas ¿Cuánto les van a cobrar? - dijo Cristie, mirando a Carlos.
Luis se acercó a Carlos, y le dijo al oído:

Vamos hermano, no te hagas de rogar, estas gringas están con ganas, ¿Qué dices?
En efecto estaban con ganas de hacer cositas ricas, sin embargo, a Carlos no le gustaba Cristie. En todo caso Julie, si estaba más apetecible, pero ella quería con Luis.

Está bien, vamos a esa casita de la que tanto hablan - dijo finalmente Carlos.
Quedaba en una esquina la casita hotel u hostal donde estaban las gringas, en efecto a una cuadra de la Plaza Principal.

Estamos en el cuarto 12 - dijeron ambas perdiéndose en el pasadizo que conducía a los cuartos del hotel.
Después de acordar el pago con la dueña, realmente barato en comparación con los hoteles que habían en la ciudad, decidieron quedarse. Les dio un cuarto cercano al de las puertorriqueñas, mejor dicho casi frente al de ellas.

Mientras Luis se aprestaba a hacerles una visita a sus nuevas amigas, Carlos se saco la chompa que llevaba puesta, la dejó al borde de la cama y se acercó a la ventana. Abrió las cortinas, y se puso a admirar el cielo lleno de estrellas.

Vamos donde las gringas
No, no voy a ir.
Estas loco, ¿están calientes, aprovecha pues?
No, y no insistas
Tú te lo pierdes - y diciendo esto Luis abrió la puerta y se marchó.
En el Perú los sueños se hacen realidad - eran las palabras siempre optimistas de Goñi. Siempre que Carlos podía, recordaba cuantas cosas había aprendido de su jefe, en los 2 años que llevaba trabajando en aquella empresa de la Avenida Javier Prado, en Lima.

Cuando ya estaba por echarse a dormir, alguien tocó la puerta del cuarto.

Una chica vino y me dio esta carta, dijo que es para usted - dijo la dueña del hostal.
¿Ella sabía mi nombre? - le preguntó Carlos.
No, me dijo algo así como el flaquito que vino con un gordito hace como una hora.
¿Esa chica era una trigueñita?
No, era más bien clarita de cabello ensortijado ¿la conoce?
Quizá - dijo Carlos recordando a la muchacha que estaba al costado de la trigueñita.

La carta decía: Hola, me llamó Sara, te esperó en la iglesia a tres cuadras de aquí, en 10 minutos. Chau. Un beso. Después de leerla, se lavó los dientes por segunda vez en la noche, y salió sin ponerse su chompa con dirección a la iglesia. Iba a paso rápido, ya habían pasado 6 minutos, cruzó la Plaza Principal, paso junto a los vendedores de manjarblanco, le faltaba una cuadra para llegar a su objetivo cuando

Carlos ¿a donde vas tan apresurado?
Era Luis, que tomaba unas cervecitas con las dos gringas en las afueras de una pequeña tienda.
Después te digo, déjame pasar.
El gordito Luis, lo miró, conocía lo suficiente para notar que esa cara de apresuramiento y esos nervios repentinos, eran típicos en Carlos cuando iba en busca de una mujer. No le hizo problemas, y lo dejó seguir su camino.

Estaba sentada en las escaleras que daban al portón del templo, era ella, sólo que esta vez estaba sola. Él fue el primero en verla, había llegado con un minuto de anticipación. Cuando ella se dio cuenta de la presencia de él, estiró las piernas, luego se puso de pie, miró a ese flaquito nervioso frente a ella y lo beso. Fue solo eso, un beso. Carlos, se mantuvo pegado a esos labios que pedían amor y pegado al piso como una estatua.

Una voz dijo:

¡Sara!!!!!!!!!!!!!!
Inmediatamente los labios se desprendieron, el hombre que la acompañaba por la mañana, la miraba furioso a unos cuanto metros.
Chau - dijo ella y se fue corriendo.
Carlos se marchó al hostal como la ida, a paso acelerado. Ya en el hostal, vio a Luis entrando al cuarto de las gringas. Puso su oreja al costado de la puerta, sólo se escuchaba la radio a un volumen relativamente alto que decía I love you Baby, ah, ah.

Echado ya en su cama, miró el techo, pensó en Sara.

Hombre, ya es hora, ¿qué habrás estado haciendo anoche, qué ahora estas tan cansado? - dijo Luis, tratando de despertar a Carlos.
¿Qué horas son?
7 de la mañana, vamos ya a los baños, las chicas están esperando Carlos abrió sus ojos bien, Julie y Cristie estaban en su cuarto, sentadas al pie de la cama de Luis. Les sonrió, ellas también le sonrieron.

Ya en las aguas, Carlos se percató que las dos mujeres lo acariciaban a Luis, como si fuera un superhombre. No le interesó imaginar las cosas ricas que hizo su compañero la noche anterior con esas dos gringas calientes, más pensaba en buscar a Sara. Se adelanto a su compañero y fue al hostal para cambiarse de ropa y buscar a Sara.

En fin, este pueblo es pequeño - pensó Carlos.
Fue a un restaurante a desayunar. Un pan con chicharrón y un café con leche le esperaba. Se encontraba por acabar el pan cuando escucho a un señor, sentado en una mesa vecina, que le conversaba a una señora.

Ayer la vi, es la cuarta vez que la veo en este mes.
Siempre con el mismo hombre acompañándola.
Sí.
Para mí que él es su protector.
Miró detenidamente al hombre que decía estas palabras, ya peinaba canas, alto y con un acento medio selvático. La mujer de su costado, una señora también de edad avanzada, vestida con una ropa bien pobre.

Se estarían refiriendo a Sara, pensaba Carlos. El hombre salió con la mujer segundos después, Carlos, quien tomaba el último sorbo de su bebida, intentó alcanzarlos en la esquina. Al llegar y voltear la esquina, ya no había rastro de ninguno de los dos, la pista estaba llena de miembros de una banda de música folclórica.

Ya será para la próxima - pensó Carlos.
Carlos optó por comenzar su búsqueda por los baños de fierro, con tal, la mañana anterior la había visto pasar por allí. Bajo por el camino que lleva hacia los baños de fierro, siempre mirando a todos lados, buscando a Sara en medio de las piedras, los cerros, los turistas. Fue en vano, no se encontraba en las inmediaciones de los baños medicinales ni en su interior. Ya de regreso al pueblo, siguió buscando la mirada de aquella mujer que lo había impactado, mas no la encontraba. Entrando en la Avenida Larco Herrera, la calle principal de la ciudad, la logro divisar. Se encontraba subiendo, en compañía del hombre mayor y de la chica del día anterior, el camino que conduce a los baños de aguas para los bronquios, el hígado, la piel, entre otras propiedades más. Carlos corrió para darle alcance, un poco cansado por el viaje a pie que traía encima, faltando unos cinco metros se escondió detrás de unos turistas que se encaminaban a los baños, y siguió así el camino. Carlos no entró a los baños, prefirió esperar a
No puedo amar, si no conozco a fondo a la persona - recordó las palabras de Goñi.
Tuvo que tragarse dos horas, durante las cuales se fumo un par de cigarrillos, los nervios lo estaban traicionando. El primero en aparecer fue el hombre mayor, luego la otra chica y finalmente Sara. Emprendieron un camino que no conocía Carlos, a él más le importaba Sara, así que decidió seguirlos. Sara sintió la mirada de Carlos, volteó la cabeza y le hizo un gesto como diciéndole que se vaya, que no la siga, sin embargo terco en su propósito Carlos los siguió.

Los árboles en todos su esplendor, las cascadas, conformaban el paisaje hacia lo desconocido. El delineado cuerpo de Sara, parecía una pintura hecha mujer, el ritmo de sus pasos lo iba enloqueciendo segundo a segundo a Carlos. Tras 10 minutos de caminata, el hombre mayor abrazó a las dos chicas y voltearon la esquina en dirección a una calle que conduce a la Plaza Principal. Instantes después, Carlos volteó en la esquina y se dio con el hombre frente a él.

¿Qué quieres? - dijo el Viejo.
Carlos se quedó mudo, iba responderle cuando escuchó que alguien por atrás le gritaba.

Carlos, ¿Qué haces por aquí?
Era la voz de Luis, Carlos volteó la cabeza, le hizo un signo de que ya lo iba a buscar. Cuando volvió la cabeza hacia el viejo, este ya no se encontraba, mucho menos su Sara.

Se estaba desalentando en su búsqueda, cuando de un segundo piso de una casa a su lado izquierdo hicieron un ruido desde la ventana, alzó la vista, era Sara. Señalaba el primer piso donde había una escalera desde la calle que conducía al segundo piso. Como un loco, Carlos subió las escaleras, quería llenarla de besos. Ya en el segundo piso, se encontraba Sara esperándola en el pasadizo, antes que él pudiera decir palabra alguna, apareció entre los dos la figura del viejo, lo miraba furioso a Carlos.

No la fastidies!!!!!!!!!! - gritó el viejo.
Una impotencia de no saber que hacer, atrapó a Carlos, optó por el camino más fácil, salir de escena.

Ten cuidado cuando vayas a la Sierra, te puedes llevar muchas sorpresas - las palabras de Goñi volaban en el ambiente del hostal donde se hospedaba Carlos con Luis.

Voy a bañarme, esto me va ayudar - pensó Carlos.
El agua caía a ese cuerpo insatisfecho, los pensamientos acerca de Sara rondaban su cabeza, se estaba jabonando el pecho cuando sintió que le faltaba fuerza, parecía que un inmenso cansancio se apoderaba de él. Peor, por un momento creyó ver la mano de una mujer pasándole el jabón por entre las piernas.

Debo estar delirando - pensó Carlos.
Tras una siesta por la tarde, se fue a los baños termales, quizás allí recobraría las fuerzas perdidas.

Ya por la noche, Luis le dijo que las gringas querían conocer Cuzco y que a él no se le había ocurrido mejor idea que ser su guía.

Vas con nosotros.

No, y discúlpame, creo que no he sido un buen compañero en este viaje.

Luis aceptó las disculpas, no dijo palabra alguna más, guardó sus cosas en su mochila, se despidió de Carlos, buscó a las gringas y se fueron. Su molestia fue evidente, la idea del viaje fue además de relajarse con las aguas, buscar chicas "para pasarla bien" en palabras de Luis, sin embargo el propósito se cumplió a medias ya que Luis tuvo que lidiar con dos mujeres al mismo tiempo. Mientras Carlos según el parecer de Luis, no daba explicaciones y se desaparecía durante los días que él estuvo en el Pueblo de Churín. A Carlos poco le importó lo que pensara Luis, él quería ver de nuevo a Sara.

Buscó un restaurante, el único abierto a las 10 de la noche vendía pollo a la brasa, pidió un cuarto y lo disfrutó sólito en medio de toda esa gente del pueblo y los turistas. La Inca Kola estaba refrescándolo cuando oyó a un tipo de la mesa vecina decirle a sus amigos.

Yo la vi ayer.
¿Y cómo es?
Bellísima.
Anda, cuéntanos más, ¿Dónde la viste?, ¿Estaba con el viejo y la loca?
Si, los tres juntos, camino a la cascada de la virgen.

Al llegar al hostal, Carlos le preguntó a la dueña donde quedaba la cascada de la virgen.

Queda a media hora de aquí, tomando la ruta que lo lleva de vuelta a Lima y en el lugar donde hay un letrero que dice "La virgen", allí es, por si acaso no le recomiendo que vaya.
¿Por qué?
Es muy solitario, además en esa zona siempre se presentan cosas extrañas.
Cosas extrañas ¿Cómo qué?
Haz oído hablar de la mujer de blanco.
No.
Es una mujer viene de ese lugar y se aparece aquí en Churín por estos meses, obsesiona a los hombres con sus encantos, los engatusa, hace que pierdan la razón, y de pronto un día desaparece con ellos.
Carlos sintió algo dentro de sí, un olor invadió la sala de entrada al hotel, era el olor de Sara.

¿Qué otra característica tiene esa mujer?
A veces cuando no esta vestida de blanco, va acompañada de un viejo y una chica. Se viste como una chica más con su jean, polo, siempre buscando algún hombre que le brinde besos y ternura.
Y ese hombre que va con ella, ¿Quién es?
Eso sólo lo saben los hombres que desaparecieron con ella. Y son muchos.
Según lo que sabemos, solo los que contaron que una mujer hermosa los beso. ¿A qué se debe tanta pregunta, a usted ya lo besaron guapo?
No, es curiosidad de mi parte señora.
Era ya muy noche, cuando Carlos abrigándose con un chompón decidió ir en busca de Sara. Antes de salir la señora lo vio y le dijo
Joven, no lo haga.
¿Qué pasa, señora?
Usted ha caído en sus garras, regrese a Lima joven, de lo contrario. Pro favor joven, no lo haga.
Discúlpeme, pero me tengo que ir.
La señora insistió en vano, Carlos tenía la determinación de encontrar a Sara.

La luna iluminaba el trayecto, el ruido del río a su costado, marchando a su paso. Recordó las palabras de la señora, se persignó y siguió su camino. La linterna de mano le ayudo a ubicar el letrero de la virgen, después de media hora de camino entre el polvo que dejaban los autos al pasar por su costado. Ahora tenía que encontrar la cascada, iluminando la zona encontró una bajada de piedras, quizá conducía a su objetivo final, decidió seguir ese camino. Fue dando saltos entre las piedras hasta llegar a una zona que la linterna ilumino, estaba junto al río, allí cerquita estaba la cascada. Camino despacio, no quería resbalarse.

Escuchó unos pasos cerca de él, detuvo su caminata, con la linterna iluminó sus cuatro costados, no había nadie. La cascada estaba tan solo a metros cuando Carlos volvió a escuchar unos pasos esta vez menos ruidosos que antes, otra vez detuvo el paso, movió la linterna hacia atrás, allí estaba ella, la mujer de blanco.

Sara - dijo Carlos.
Soy yo, toma mi mano - dijo Sara.
Carlos, aferrado a la mano de Sara, camino en dirección a la cascada. Sara soltó la mano de Carlos, y le dijo
Ven conmigo, no tengas miedo.
Después de decir esto, introdujo su cuerpo en la cascada y desapareció. Carlos se detuvo por tercera vez en sus pasos, pensó en todo lo que había dejado en su casa en Lima, en las palabras de Goñi - No te desesperes, tarde o temprano llegan las cosas tal como tú las quieres, solo tienes que trabajar para lograrlas - .

Por un momento desistió en su afán, finalmente cayó rendido en las aguas de la cascada.

Han pasado 10 años desde que el flaquito Carlos desapareció, según cuentan, se le ha visto no en Churín, sino más al norte, por Canta, preguntando por una trigueñita de nombre Sara, al parecer no la encontró en la otra vida. Si alguna vez se lo encuentran, díganle que en Churín tampoco volvió a aparecer Sara. Mejor díganle al flaquito que descanse en paz, por favor.

Cotos Espinoza David Elias (19960134@correo.lamolina.edu.pe)






 
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