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El rincón literario: Del nada al todo hay un largo camino; del todo al nada hay un paso

"Del nada al todo hay un largo camino; del todo al nada hay un paso"

- Dicen que el amor verdadero solo surge una vez en la vida; también dicen que del amor al odio hay un paso.

- Un gran imperio cuesta hacerlo grande, pero se puede hundir en cualquier batalla.

- El Titanic fue un gran proyecto, pero se estrelló a la primera de cambio.

- Estudias durante largos años de tu vida para construirte una vida y un empleo, pero si te quedas sin él todo se complica.

- Un buen amigo no se hace todos los días, pero a veces, las circunstancias de la vida te hacen separarte de él.

- Y lo peor de todo, en la vida hay ilusiones y proyectos, pero la mano negra de la muerte los puede desvanecer en cualquier momento.

- Unos días estás arriba, otros días estás abajo; desde arriba te puedes caer, pero desde abajo tienes que subir, así es la vida. No hace falta ponernos pesimistas, la vida es... bueno no sé lo que es, pero lo que sí tengo claro es que su fin es la felicidad, o por lo menos, lo que todos tratamos de encontrar. Simplemente, quiero transmitiros que hay que cuidarla y tener precaución, porque es algo muy delicado. No hay mejor resumen a esta introducción, que esta reflexión filosófica que da nombre al relato:


"Del nada al todo hay un largo camino; del todo al nada hay un paso"

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Cada vez que despierto, sigo creyendo que me levanto del suelo de la sucia calle, y aún quedan vestigios de aquel viejo mundo imaginario en mis sueños. Nunca habrá transcurrido suficiente tiempo como para que tales recuerdos desaparezcan de mi memoria. Intento sacar el lado positivo de haber pasado por aquello, ahora sé, soy consciente, de que todo esfuerzo por grande que sea por mejorar tu situación, merece la pena. Es el consejo que les daría a todos aquellos adolescentes que se niegan a apostar por un futuro mejor.

He sentido todas las emociones posibles durante mi largo viaje hacia la felicidad, pero aún no estoy seguro de haberla encontrado. Ha sido fascinante este cambio en mi vida, sí, nunca pude imaginar que llegaría a estar aquí, es cierto, pero ahora veo peligrar todo lo que con tanto esfuerzo he construido. Creía que nada podría destruir los pilares tan bien constituidos de ese edificio tan alto que es mi vida. Estaba seguro en todo momento, de haber alcanzado la felicidad durante esos años maravillosos, pero ahora me doy cuenta de que esa felicidad era artificial.

Sufrí, y empecé a valorar las cosas por pequeñas que fueran, salí de aquel infierno, y dejé de hacerlo, me sostuve entre los valores tradicionales de un sistema capitalista: el dinero, el despilfarro, el prestigio social, la comodidad... No valoré lo suficiente lo que realmente importaba y mi matrimonio se rompió, entonces comencé a reflexionar, como lo estoy haciendo ahora mismo, pero al cabo de unas horas, volví a sumergirme en el mundo de la despreocupación por lo no material. El hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra, ya lo decían los filósofos, pero yo no hacía caso. Podría haber hecho tantas cosas durante los buenos tiempos: haber pasado más tiempo con la gente que me quería, haberles dedicado toda mi confianza, haber mantenido una buena comunicación con mi mujer, haber visitado a mi familia más a menudo, haberme interesado por los problemas de los demás, en fin, haber disfrutado de lo más bonito que te da la vida, las personas que te rodean.

Es a ellos, a todos y a cada uno de ellos, a los que tendría que pedir perdón, me avergüenzo de cómo me he comportado, y es por eso por lo que pienso que esto que me está pasando, es un castigo del destino por así decirlo, estoy recogiendo todo lo que he sembrado. Viví la buena vida, como algunos dicen, y yo pensaba por aquel entonces, pero todo aquello me ha pasado factura. Se puede decir que es un golpe de mala suerte lo que me lleva a esta situación que padezco en este tiempo, y realmente lo es, yo no hice nada para merecerme esta situación, simplemente fui despreocupado y es ahora cuando analizo todo lo vivido y me doy cuenta de mi actitud. Podría no haber ocurrido y seguir creyéndome feliz, he permanecido en el rellano de la escalera durante años, después de haber subido muy sufridamente, y de una tajada, así de repente, pierdo el equilibrio sobre el borde del último escalón, consciente de que voy a caer.


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Divisaba un mundo infinito de colores alegres y chillones, eclipsado por una gran estrella aún más luminosa que el sol, sentada en su trono en el cielo, en su trono vitalicio del que nunca se levantaba y que unía la noche y el día en un solo gobierno. Allí vivíamos yo y mis inseparables amigos comandados por mí, el sabio, fuerte y poderoso Fernando. Formábamos un clan perfecto para combatir contra aquellos que nos envidiaban, los de nuestro malévolo planeta vecino, el planeta oscuro. El Rocoso imponía la fuerza, un ser fornido cubierto de implacables músculos de piedra amarronada de potencia inconmensurable. De piedra limada formando los rasgos de una cara suave y brillante de ojos carboníferos y cabeza redonda y luminosa carente de pelo, camiseta roja de tirantes y pantalones cortos verde claro, El Rocoso era uno de mis más fieles compañeros. Maros era nuestro atacante volador, de gran envergadura proporcionada gracias a unas enormes alas rojas escasas de plumaje, éstas de color algo más claro, cuerpo ancho de igual color, pies grandes con uñas largas, puntiagudas y grisáceas, ojos brillantes y amarillos que resaltaban en un rostro apagado de finos labios, pero enorme boca echada hacia delante; fuertes brazos y pelo azul. Su arma de ataque consistía en lanzar potentes rayos de calor que abrasaban al enemigo.

Tino era el más ágil de todos. Se caracterizaba por su velocidad pasmosa, su agilidad a la hora de golpear y esquivar, su impresionante estilo de lucha y su flexibilidad. Su carencia era su escasa fortaleza, pero aún así, seguía siendo un gran luchador. Se trataba de un personaje delgado y alto, de perfil similar al humano, pelo castaño, ojos rojos y traje elástico verde que abarcaba todo su cuerpo. Por último, Laru, cerraba el clan componiendo la última fila de ataque junto a Maros. Se trataba de un duende verde de baja estatura, pelo gris y una camiseta larga de lana que llegaba hasta las rodillas. Él y su inseparable arco de bambú formaban un efectivo ataque; un arco propulsor de afiladas flechas que escondían unas gotas de veneno en su punta. Numerosos intentos de asalto a aquel maravilloso planeta fueron abordados por mi clan, el clan de un hombre inteligente que organizaba las estrategias de ataque y acababa con todos aquellos que se pusieran en su camino, gracias a su enorme agilidad y fuerza residente en aquellos portentosos músculos.

El rey oscuro, Losmar, reunía a un selectivo ejército de sombras encapuchadas. Estaba preparando el ataque definitivo a Happyplanet, nuestro planeta, y esta vez no podía fallar, tenía que asegurarse de que iban a ganar antes de hacer ninguna tontería. Mientras, un espía nuestro, nos informó del plan del malvado. No tardé en reaccionar y puse una estrategia en marcha:

- Tengo entendido, compañeros, que Losmar quiere destruir nuestro planeta, pero nosotros estamos aquí para evitarlo ¿no?, así que ahí va el plan que he formulado para contraatacar: El ejército del que dispone Losmar, está únicamente compuesto de sombras encapuchadas, unidades de elite sin duda, pero, sin embargo, es ahí donde debemos magnificar nuestro ventaja combinativa, hay que buscar el punto débil de aquellos seres... y ¿sabéis decirme cuál es?

- Son invulnerables, ni las flechas de Laru se clavan en su cuerpo, ni los rayos de Maros les abrasa, ni mis golpes, ni los de Rocoso ni los tuyos, apenas les afectan, ¿recuerdas el martirio que supuso eliminar a aquella sombra encapuchada únicamente?- Respondió Tino.

- ¡Ahí está la clave, amigo! Todavía conservamos su cadáver y tras numerosos experimentos, hemos descubierto una sustancia que crea tal reacción química en su superficie, que afecta a todo el interior de su cuerpo perdiendo su transparencia y de ese modo su invulnerabilidad. Se trata de la caliza efervescente.

De repente, abrí mis ojos y miré la hora del reloj. Miré a mi alrededor, y todo cambió, todo me sonaba a una triste realidad. Yo ya no era el sabio y fuerte Fernando, sino la bola de sebo, el hazmerreír del colegio, el cuatro ojos o el empollón de la clase. Me quedé intrigado por saber el final de la historia, pero ya me lo imaginaba porque siempre era el mismo, siempre salíamos victoriosos. Mi madre me llamaba marmota ya que me pasaba el día durmiendo buscando mi refugio, mi escondite de la realidad, los sueños. No era capaz de afrontar esa realidad y luchar por cambiarla, me conformaba con poder vivir de las ilusiones, con poder desconectar y sumergirme en un mundo ideal. Fue una mala etapa de mi vida, pero era consciente de que con los años la gente maduraría y no se volverían a meter conmigo.

Efectivamente, me encontraba ante un problema pasajero, pero eso ya no iba a importar, toda aquella etapa sabría a gloria tras el triste acontecimiento que desplomó nuestra familia de un solo golpe.

Todo se remontaba a meses anteriores. El sueldo de mi padre era el único que sostenía la familia. Siempre fuimos justos de dinero, pero todo se complicó cuando le despidieron. La situación ya estaba tensa, pero la tensión fue mayor cuando mi padre no pudo cobrar el paro. Al parecer su contrato no era legal y no constaban en acta todos aquellos años que estuvo trabajando.

Intentó reducir al máximo los gastos familiares, pero ello no era suficiente, la hipoteca de la casa se hacía cada vez más pesada. No podíamos recibir ningún préstamo bancario ya que carecíamos de nómina alguna o cotización. Mi padre lo estaba pasando mal, realmente mal, sus ojos ya no tenían la misma expresión que anteriormente. Pidió dinero a sus amigos, pero todos ellos pertenecían a la misma clase baja que nosotros. Nadie podía prestarnos el dinero necesario para salir adelante. Mi padre era huérfano y mi madre no se relacionaba con su familia, una fuerte discusión muchos años atrás, rompió cualquier tipo de lazo afectivo. Todas las repercusiones que suponía el no pagar recaerían sobre nosotros, ya que la hipoteca no constaba de ningún aval. Cada vez la situación era más grave, hasta que un día la gota colmó el vaso y recibimos una carta bancaria. En ella se declaraba que nuestro piso salía a subasta, ¡nos iban a embargar el piso!, de tal modo que no íbamos a tener otro lugar donde dormir sino en la sucia calle.

Durante ese duro período, nuestra vía de supervivencia fue la mendicidad, ofrecíamos numeroso espectáculos como malabares, el uso de instrumentos o la recitación, para que los peatones aportasen su granito de arena a su paso. Trajimos con nosotros las cosas más necesarias, y pronto nos acomodamos en un local abandonado para dormir mientras seguíamos llevando a cabo nuestras prácticas de supervivencia. Yo no abandoné los estudios, el martirio fue aún mayor al conocer mis compañeros la noticia, pero yo lo miré por el lado positivo, después del peso que estaba perdiendo ya no podrían volver a llamarme Bola de Sebo.

Después de tres años de suplicio vagabundeando a través de las calles de Madrid, se me presentó la oportunidad de salir adelante. Estaba narrando un relato mientras sujetaba un sombrero de copa para recaudar el dinero, cuando un extraño hombre de traje se me acercó y me di rigió estas palabras:

- ¡Tienes talento chaval!. Pero bueno, no me he acercado a ti para hablar de ello. Tenemos unos cuantos puestos de trabajo vacantes dispuestos a ser ocupados por gente como tú, con espíritu de lucha.

En ese instante, mis ojos se humedecieron de alegría, una sensación extraña me recorrió todo el cuerpo, mi corazón latía fuerte, y mis esperanzas renacían.

Así es como empecé a trabajar en un invernadero, durante 11 horas diarias bajo un sueldo de 250 euros al mes, una miseria convertida en fortuna a vistas de nuestra situación. Carecía de contrato o afiliación a la seguridad social, pero a pesar de la explotación que todo ello suponía, yo estaba feliz. Él era el dirigente de una empresa de hortalizas, y su estrategia, al parecer, consistía en recortar costes recogiendo gente en situaciones límites y explotándolos. Formábamos una perfecta simbiosis, yo le ayudaba a sacar su empresa adelante con mi bajo sueldo, y él, nos ayudaba a mi familia y a mí a salir de aquella lamentable situación. Las jornadas laborales eran realmente duras. Tuve que dejar los estudios, pero al cabo de unos años y gracias a subvenciones del Estado y mi subida de sueldo, nos trasladamos a un pequeño piso de alquiler, y poco después, pude retomar los estudios ya que conseguí un trabajo de tarde. Gracias a préstamos bancarios y a combinar estudios y duros trabajos, saqué mi familia adelante, y con el tiempo, llegué a ser un prestigioso psicólogo para terminar cubriéndome de riquezas.


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Hoy, he vuelto a soñar con aquel mundo que lucía imaginario, con aquel mundo ideal que yo mismo inventé. He vuelto a ser ese niño refugiado de la realidad, que no era capaz de afrontarla ni de luchar por cambiarla. Leo el periódico de hoy, apoyado sobre mis piernas, y con mi mano derecha estrujo el billete de tren que sostengo. Deseo haber estado allí y haber evitado este trance, haber acabado con esta vida de nuevo rumbo. A veces trato de imaginar que ese tren no partió, pero no puedo vivir de las ilusiones. He pasado gran parte de mi vida con mi familia, y ahora no me veo capaz de pasar el tiempo que me reste de vida sin ellos, se fueron para siempre. Ayer por la noche, recibí una llamada confirmándoseme la noticia. Mantuve la esperanza hasta el final, pero sí, mi familia iba en ese tren.


Arturo Peñalba Olivares (turochini@hotmail.com)
23 de marzo del 2005







 
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