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El rincón literario: Cuentos cortos o minicuentos

UNO



Cuando Noé terminó de subir al Arca al último de los animales pensó en el destino de los libros. Se le ocurrió entonces echar afuera al unicornio, y conservar las tablillas con el Génesis.

DOS



Y llegará el día en el cuál la máquina del tiempo nos devuelva la memoria perdida por la humanidad: la antigua Biblioteca de Alejandría.

TRES



Cuando nuestros viajeros estelares llegaron al nuevo planeta, encontraron una civilización de seres pensantes que habitaban cada uno su burbuja flotante y de la cual nunca salían. Que pena nos dio percatarnos que en ese mundo no existían los libros; y con todo el tiempo que hubieran tenido para leer.

CUATRO



“Cuando en la edad de las persecuciones religiosas millones de libros fueron quemados en las hogueras por ser considerados malvados, perversos o satánicos, todo este conocimiento halló la forma de descender a los infiernos. Desde aquel entonces el demonio posee la mejor biblioteca de todos los tiempos. Ya quisiera Dios tener un diezmo de ésta.

CINCO



Las tapas de los libros siempre me asemejaron puertas cerradas; y uno sabe cuanta curiosidad puede generar una puerta que nos oculta el misterio que hay del otro lado.

SEIS



Ayer cogí uno de esos libros ornamentales cuyo interior es hueco y en dónde se guardan ciertas cosas que no vienen al caso mencionar. La verdad es que hasta ahora no me repongo de la mala impresión: fue cómo abrirle el tórax a un paciente de quirófano y descubrir que en su interior no había órganos, esqueleto, ni alma…

DESPUÉS DEL FUNERAL



Al cumplir los dieciséis su padre falleció. Después de cumplir, junto a su familia, con todas las odiosas costumbres y ritos del funeral, juró no volver a asistir a otro doloroso entierro. Pero, como era de esperar, no pudo cumplir su deseo; especialmente cuando muchos años después supo que su hijo de diez años había perecido en otro lamentable accidente. ¿Qué padre puede dejar de asistir a las exequias de su hijo? Aquella noche después de funeral, acostado en su cálido lecho pensó que el de su hijo –su lecho mortuorio- estaría frío, allá en el nicho del cementerio. Se sintió igual de mal como en los momentos que depositaron el ataúd de su primogénito y él gritó que no lo metieran en ese hueco oscuro y que lloró amargamente y maldijo a su Dios delante de familiares y amigos. ¿Y si le llevara una manta al cementerio…? Pero que sentido podía tener esto… quiso vomitar y caviló que en cualquier momento se volvería loco pensando y torturándose con el recuerdo del hijo que perdió. Juró por segunda vez que nada ni nadie lo obligarían a asistir a un entierro. Promesa que el tiempo y las circunstancias rompieron cuando inevitablemente fue conducido al suyo propio…

SOMBRA



Una noche de luna llena mientras cruzaba presuroso la ciudad con destino a mi residencia, observé con admiración como mi sombra se detenía de pronto, me hacía una mueca de desprecio y comenzaba a tomar el rumbo opuesto al que yo me había trazado. Por supuesto también me indignó que aquella se fuera así no más, sin consentimiento alguno y me molestó aún más el hecho de no saber a dónde diablos se dirigía. Decidí seguirla y mientras iniciaba la persecución me di cuenta cuan dificultoso sería mantener su rastro, pues mi sombra por momentos se metía por los callejones más oscuros y me complicaba la labor. Menos mal, no era más rápida que yo, así que finalmente luego de media hora llegamos a la cúspide de un alto edificio y una vez allí no pude evitar se arrojara al vacío… No transcurrió 10 segundos y al asomarme por la baranda de la espigada torre, pude ver con horror mi sombra aplastada contra el duro pavimento en una sola mancha oscura. Algunos noctámbulos escucharon el ligero impacto y se acercaron a ver que había sucedido; pero claro, como era de esperarse nadie reparó mucho en aquella mancha con forma humana, un dibujo en el piso, una broma de muchachos, pensaron y luego siguieron taciturnos su camino. En ese momento comprendí que mi sombra y yo no volveríamos a estar juntos y la sola idea de este drama sin aparente solución me hizo decidirme, sin pensarlo salté también al vacío y fui cayendo con la sola idea de fusionarme en el pavimento con aquello que me pertenecía. Lo único malo fue que cuando mi alma resplandeciente llegó a las puertas del Cielo –pues Dios todo lo perdona-, me advirtieron que mi sombra no podía ingresar, que las sombras pertenecían solo al mundo terrenal y que esta debía volver a la Tierra a buscar a un recién nacido…

Pablo Nicoli Segura (nicoli_pablo@hotmail.com)
Enviado el 23 de septiembre del 2009






 
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