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El rincón literario: El contrato de la luz


No es broma, Trato de poner el contrato de la luz de mi propia casa a mi nombre propio, para tal asunto llamo a un 902, que como casi nadie sabe es un número no gratuito. El número es el de una conocida vendedora de luz a domicilio, propietaria de la línea hasta la puerta del mismo.

Todo va bien en los trámites, después como es lógico de una cortísima espera de unos 25 minutos y cinco tipos diferentes de voces mecánicas. De pronto, la mujer que está a otro lado de la línea me da una terrible noticia: no podemos poner el contrato a su nombre porque tiene usted una deuda pendiente. ¿Una deuda, con ustedes?, eso es imposible, es la primera vez que les contrato. No, una deuda, sin especificar, que sobrepasa los límites aceptables, Acuda usted a una agencia en temas de morosidad y resuelva la deuda que tiene contraída. Cuelgo abatido el auricular. No puede ser, por más que fuerzo mi memoria no recuerdo ninguna peya. Hace años que no me ponen una multa de tráfico y cuando esta recae en mi vehículo sin que yo lo sepa descuentan bajo procedimiento de embargo el importe de mi sufrida libreta de ahorros. La hipoteca no puede ser pues la la vivienda en cuestión la heredé de mis padres.

Repaso todas mis posibles incidencias vitales, por fin hallo una raspadura a mi expediente. Sí, puede ser que sea aquella compañía telefónica a la que di mis datos bancarios y ellos trataron de estafarme endilgándome un servicio de telefonía móvil en un área montañosa y en la que se colaba Vodafone de Francia constantemente. Para colmo me robaron el móvil sin apenas usarlo. Fueron 24, 80 euros que no pagué por supuesto, pues consideraba que no había llegado a usar el servicio contratado.

Y ahora ¡en una lista de morosos!, ¿Pero cómo había llegado la empresa hidroeléctrica a saberlo? Y si lo sabía esa empresa es que lo sabían todas, de hecho, todo el mundo que preguntara por mí en cualquier sitio oficial podría obtener esta respuesta: No le contrate, es un moroso, No le atienda, es un moroso, ¡No le preste!, es un moroso. Maldigo a la compañía telefónica por haberme hecho esto por tan sólo 24,80 euros, pero enseguida recapacito: Si unos a los otros se pasan información privada de terceras personas, quizá no sea por prevenirse contra grandes estafadores como yo, pues está claro que cada caso es un caso, y puede pasar que uno deba incluso lo que otros no han pagado, Parece más bien, que si tanto cotillean entre ellos es porque en realidad son muy amigos, incluso yo diría que son la misma empresa, las telefónicas, los bancos, las hidroeléctricas, todas el mismo engendro bajo infinidad de nombres propios diferentes.

Llamo de nuevo a la compañía y amablemente les digo que quiero poner el contrato de la luz de mi propia casa que pago con mi propio dinero, a mi nombre propio.

Les doy un nombre falso, con un dni que he tomado por internet pero que corresponde a ese citado nombre. A continuación les doy las señas de mi vecina, que amablemente me dejó este verano las llaves de su casa y de su buzón para que le regara las plantas, y me dispongo a esperar al cartero en los días venideros. Todo cuela y a los pocos días recibo la documentación, la devuelvo falsamente firmada y un problema menos.

Ahora la luz está a nombre de una persona desconocida, la cual no sabe que yo pago los recibos a su nombre. No es que en un futuro vaya a dejar a este inocente en una lista de morosos. De hecho soy consciente de mi acto delictivo y que podría ir a la cárcel por esto.

He de andarme con cuidado, pues si ocurriera que la luz que me venden es de tan baja calidad que un buen día se corta y otro día también, quizá me vea en la tentación de no pagar los recibos, aunque tenga que localizar al fulanito aquel al que le robé su número de identidad para pedirle disculpas y rogarle encarecidamente que sea solidario conmigo.

Julio Fernández Peláez (inauditos@gmail.com)


Enviado el 19 de septiembre del 2007





 
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